El partido de este lunes me dejó un sabor de boca terrible. Me fui a casa sin aplaudir al equipo por primera vez en toda la temporada, fruto de la quemazón con la que acabé el encuentro. Sin embargo, en este caso, la frustración no fue por el equipo. Ni siquiera por la lamentable a la par que chulesca actuación del colegiado. Desgraciadamente ya estamos acostumbrados a que no nos dejen jugar, a que nos traten como a un equipo de juveniles y a que nos saquen amarillas hasta por respirar. A las imágenes del colegiado encarándose con ‘Chimy’ me remito.
Pero hoy no vengo a desfogarme contra el colectivo arbitral. Ni contra el equipo, que pese a dar una peor cara que en otros encuentros se mereció más de nuevo. Hoy vengo a expresar la vergüenza que me hizo sentir el juego del club bilbaino. ¿En qué cabeza cabe que un equipo con un presupuesto casi tres veces superior al nuestro juegue como lo hizo el lunes?
Se está desprestigiando el fútbol. Existen formas y formas de jugarlo. Desde el de toque que practicábamos la temporada pasada hasta el defensivo típico de Italia, todos los grises intermedios son perfectamente aceptables. Sin embargo, lo del lunes no fue fútbol. Y lo peor es que no solo el Athletic lo hace, puesto que hay equipos que están sacando muy buen rendimiento a este “antifútbol” durante los últimos años, como el Getafe de José Bordalás.
Una imagen bochornosa
Pérdidas de tiempo, pases atrás hasta que la presión del equipo rival encima al portero y, en ese momento, balonazo arriba y a repetir la operación. Ni siquiera trató de montar una contra en ese momento. Si el balón en largo le llegaba a Williams, y si no, también. Gaizka Garitano llegó incluso a gritar a sus jugadores para que se fuesen hacia el fondo del campo a perder el esférico, para posteriormente aplaudirles cuando lograban arañarle unos segundos más al cronómetro. Lo de los saques de banda y de esquina fue bochornoso, con constantes cambios de lanzador y la mayor pasividad posible.
Todo esto, obviamente, orquestado con una presión constante al colegiado. Fruto de ello, el técnico vasco se pasó medio partido fuera de su área técnica, pero el único que recibió un reproche del árbitro fue Francisco.
La suma de todo fue un partido en el que apenas se jugó porque no se dejó, en el que el Bilbao creó escaso peligro a la meta de Santamaría salvo desde el punto de penalti y en el que el Huesca jugó más, mereció más y tuvo que ver cómo uno de los equipos con más historia del fútbol español se cerró en su campo con miedo pese a tener una plantilla netamente superior.
Dicho esto, yo sigo creyendo orgulloso en la salvación. Y si no se logra, la cabeza alta por la campaña realizada. Que nadie nos quite el honor de haber visto a equipos grandes perder tiempo contra nosotros. Descendamos o no, será habiendo metido miedo a equipos que, por historia y presupuesto, deberían pasarnos por encima sin (casi) esfuerzo.