ZARAGOZA| Desde que llegó Víctor Fernández al banquillo de La Romareda, el aura que hay entorno al equipo es diferente. Su ilusión y zaragocismo contagiaron a toda una afición que había perdido esa sintonía con los jugadores. El experimentado entrenador zaragozano supo como entrar en la cabeza de los futbolistas y estos dieron un paso al frente en cuanto a actitud. Aún así, cuando un técnico llega a final de temporada se le exigen resultados a corto plazo porque ser el tercer entrenador que se sienta en el banquillo de La Romareda suele ser síntoma de una situación extrema o casi extrema.
Es innegable que la plantilla ha dado un salto de nivel en cuanto a juego. Desde que Víctor cogió el testigo de Julio Velázquez, el Real Zaragoza ya no sale a esperar al rival y busca siempre ser el dominador del balón. Pero también hay que ser realistas y en cuanto a resultados no se ha notado un excesivo cambio. Con una Romareda que colgó el “no hay billetes”, el conjunto blanquillo se medía al RCD Espanyol como primera prueba de Víctor Fernández. El cuadro perico pasó por encima los primeros 15 minutos de juego en los que Puado aprovechó para poner el 0-1. A partir de ahí, se vio a un equipo diferente, muy lejos de la versión que venía ofreciendo con Velázquez pero no acabó obteniendo el premio en un partido que mereció empatar.
Frente al Mirandés, el equipo volvió a recordar durante distintas fases del encuentro al de antaño. Sin ideas, planos y, sobre todo, sin hambre para llevarse los tres puntos frente a un rival más que asequible. A pesar de ocasiones puntuales, el Real Zaragoza no pudo pasar del 0-0. Primer punto de la era Víctor. El próximo enfrentamiento en casa sería contra el Tenerife en lo que se anticipaba como un duelo completamente clave. Con excesivo sufrimiento en acciones de mano a mano, la plantilla dio el do de pecho y consiguió alejar los fantasmas del descenso con una victoria importante.
Llegó el partido en el Ciudad de Valencia y con él la sensación de que el triunfo supondría un paso de gigante en busca de la permanencia. El Real Zaragoza cuajó uno de sus mejores partidos del curso y por mera injusticia acabó perdiendo el partido. Aquella derrota apenas dolió a la afición zaragocista porque pudo comprobar que a ese nivel era muy difícil pasar apuros lo que restaba de temporada. Una semana después, contra el Elche, todo se volvió a torcer. Durante un tiempo se vio desbordado y completamente incapaz de hacerle frente a un equipo que venía de perder los últimos tres partidos. Las sensaciones fueron malísimas y solo la fe de Iván Azón sirvió para rescatar un punto.
Un derbi absolutamente clave
El partido del sábado que viene frente a la SD Huesca se plantea como una auténtica final por la permanencia. Empatados a puntos, una victoria de cualquiera de los dos significaría media salvación. Los de Hidalgo llegan en el mejor momento de la temporada -a pesar de perder en Ferrol- y parece que han encontrado su método de juego más efectivo desde que salió del club Ziganda. Por el contrario, el cuadro de Víctor Fernández llega envuelto en un mar de dudas después del pésimo partido frente al Elche en casa.
Tras el primer mes de Víctor en el que las sensaciones de juego no son ecuánimes a los resultados, el Real Zaragoza espera brindarle la victoria del derbi a los casi 500 zaragocistas desplazados para alejarse de una vez por todas de la zona de descenso pero, sobre todo, por devolverme la sonrisa a la afición en una temporada más que desilusionante.