ZARAGOZA | Gaëtan Poussin completó en El Plantío la mejor obra de su carrera: su particular renacimiento. Hasta ahora había acumulado méritos y paradas, había recuperado sensaciones en la portería y había respondido a la confianza de Víctor Fernández. Sin hacer nada extraordinario para otros, había recorrido un camino lleno de méritos, de pura superación para él. Había conseguido olvidar. Y en el fútbol, nada parece más complejo que alejar un trauma como el que Poussin había vivido. Superada su maldición, ante el Burgos alcanzó el siguiente nivel, el lugar opuesto del relato: frente a Curro Sánchez, firmó un milagro.
La historia de Poussin quedó marcada en Gijón, en su primer partido oficial con el Real Zaragoza. Tendió el balón sobre el césped del Molinón, sin mirar atrás, sin revisar lo que tenía a su espalda. Paradójicamente, la acción nunca dejó de perseguirle. Los errores se repitieron en sus siguientes veces, frente a Alcorcón y Atzeneta, en un pleno de tragedias. Parecía propenso a la fatalidad, preparado para una derrota invisible. No volvió a jugar en el resto del curso. Antes de iniciar el verano, empaquetó sus maletas e hizo pública su mudanza. Poussin parecía entonces una causa pérdida y su salida, el único acuerdo posible.
A su regreso de pretemporada, su futuro parecía tan lejos de Zaragoza que durante unos días durmió en casa de Marc Aguado: su domicilio había dejado de parecer un hogar en el inicio del verano. Todo empezó a cambiar en el inicio de los entrenamientos, ante una situación anómala. Poussin trabajó en la sombra, aumentó su autoestima y convenció a su técnico. El fútbol le ofreció una segunda oportunidad, una réplica que no entraba en los planes de casi nadie. En el proceso mediaron algunos factores: la lenta recuperación de Cristian Álvarez o la lesión de Joan Femenías en el estreno de la competición. E influyeron otras dos nociones absolutamente decisivas: la voluntad del portero de cambiar su historia y la fe de Víctor en su recuperación.
En ese contexto llegó Gaëtan Poussin al Plantío, donde firmó la mejor actuación de su curso. Intervino en 5 ocasiones, blocó los disparos del Burgos y se hizo grande ante Curro Sánchez, uno de los mejores lanzadores de la categoría. Al filo del descanso adivinó dos veces, una a cada lado, y se estiró hasta anular dos penaltis en uno solo. El partido terminó en derrota, pero en ese punto se escribió la mejor victoria de Poussin en el Real Zaragoza.
Penalti
Lo para
Se repite
Lo para
Qué locura, Poussin 🥵😳#LaLigaHighlights pic.twitter.com/tnQar2sVSO
— Real Zaragoza (@RealZaragoza) September 15, 2024
Algunas anécdotas sirven para definir el impacto de la recuperación de Poussin. Si en la temporada pasada sufrió los pitos de La Romareda, en este curso ha recibido el apoyo unánime de la grada. Incluso se ha improvisado un cántico propio, en el que la afición no pronunció bien su nombre. En el entrenamiento de puertas abiertas, un periodista se encargó de preguntar cuál era el futbolista preferido de los niños. La respuesta de muchos de ellos le llegó a sorprender: Gaëtan Poussin. También le hizo gracia otro detalle: nadie lo pronunció dos veces de la misma forma.
El portero explicó fuera de los micros la complejidad de su posición, las leyes de un deporte que se entiende desde el cielo o el infierno. En una conversación con aficionados se le oyó decir: “Vosotros ya sabéis cómo ha ido vuestra semana, yo tengo que esperar al domingo para saber si la mía ha sido buena”.
Según esa teoría, Gaëtan Poussin vive sus mejores días en Zaragoza: nadie escaló desde tan abajo, nunca nadie pareció tan maldito y, al mismo tiempo, nadie quedó en mejor lugar el domingo. Ante el Burgos, espantó definitivamente sus fantasmas e hizo creer también a los escépticos. Poussin firmó en El Plantío su renacimiento.