ZARAGOZA| Quizá en lo que ocurrió el domingo en La Romareda se resuma lo que es el fútbol. Antojadizo y mudable a partes iguales, decidió contar con un invitado sorpresa: Sergi Enrich. El menorquín se elevo por encima de la defensa cuando tan solo restaban dos minutos para conectar su cabeza con el balón y dirigirlo a las profundas redes de la portería. El destino, igual de caprichoso que el fútbol, decidió que Ander Cantero se resbalase para que no llegara a sacar el esférico. Premio gordo para un futbolista que aportó cero a nivel deportivo y que solo el tiempo dirá si aquello sirvió de mucho o de absolutamente nada.
Enrich llegó a la disciplina zaragocista en verano con la vitola de ser un delantero más, uno de esos revulsivos que te aseguran casi 10 goles por temporada sin apenas pestañear. Pero nada de eso se ha podido ver de él. Ni rastro por Zaragoza del jugador que fue en Éibar o en Oviedo. Nadie sabe la explicación aunque todo el mundo tiene una certeza: casi todo delantero que llega al club no rinde ni la mitad de bien que lo hizo en su anterior equipo. Numerosos son los ejemplos, pero el más claro se pudo ver el domingo bajo la lluvia de La Romareda. Álvaro Giménez fue el encargado de anotar los dos goles del Racing de Ferrol, que junto al gol de la ida en A Malata ilustran la triste y cruda realidad en la que lleva sumido el Real Zaragoza durante más de una década.
El caso de Sergi Enrich es particular. El balear es un tipo al que, indudablemente, no le han salido las cosas pero que siempre trabajó y ayudó en la sombra a sus compañeros a través de su dilatada experiencia en la Segunda División. Un tipo que jamás puso una mala cara o dijo una palabra fuera de tono a pesar de ser dilapidado en redes sociales del club por parte de su afición. Incluso adelantó a Sinan Bakis, el futbolista en el que se depositó toda la confianza en el mercado estival, en la pelea por ser el sustituto de Iván Azón. Persistió, resistió y nunca desistió en su labor por ayudar en el campo al equipo y finalmente encontró la recompensa que tanto merecía. Es un gol que puede sellar una permanencia y viene firmado por un autor del que nadie esperaba nada.