Saltó la sorpresa en el once de Míchel. Nadie esperaba el movimiento. Cristo era titular en el Huesca en una posición que hasta entonces habían copado dos jugadores de talento: Juan Carlos Real y Eugeni Valderrama. Desde entonces, varias preguntas se agolpaban en la mente de los aficionados azulgranas: ¿Habrá cambio de esquema o Cristo jugará realmente de interior? ¿Por qué Cristo y no Mir, para jugar con dos puntas? ¿Con Galán en el campo, no habría sido más lógico poner a un centrocampista con más apoyo defensivo?
Cristo: la chispa adecuada
Pues todas esas dudas se disiparon a escasos minutos del arranque. Si bien Míchel no renunció a su estilo de posesión, sí logró algo que le hacía mucha falta a su plantilla en los últimos choques: verticalidad y cierta aceleración en el juego. Cristo, que partía desde bastante atrás, no saltó lineas con pases como Eugeni o regateó para abrir a los laterales y subir en bloque, como suele hacer Juan Carlos.
Desde prácticamente la altura de Mikel Rico, el canario recibía de cara, regateaba y tiraba una pared o trataba de filtrar pases a detrás de la defensa. Ya no es simplemente ese saltar líneas que veíamos en otras jornadas, sino el hacerlo a una velocidad. Algo que no permita al equipo rival replegarse y poder defenderse de toda la calidad que el Huesca amontona en los últimos metros.
Si algo le faltaba al Huesca en estas jornadas, a parte de solidez defensiva, era clarividencia en los último metros. Míchel lo detectó y generó un esquema que creaba más huecos y un juego que se mueve perfectamente entre líneas. Aunque esto supusiese un riesgo y en la segunda parte se volviese a ese control casi tedioso del esférico.
Un centro del campo atípico
Pero para llevar a cabo el plan maestro de Míchel fueron necesarios dos factores más. El primero fueron los otros dos centrocampistas. La costumbre de ver Mikel Rico cayendo en banda hasta la altura del extremo y teniendo mucha incidencia en el juego ofensivo desapareció para ver a un Mikel mucho más recatado en sus subidas y que se movió mucho más por la medular, apoyando en el centro del campo. Su mapa de calor, comparado con los últimos choques, evidencia las sensaciones.
La incidencia estuvo mucho más repartida, no fue una constante en la banda derecha. A parte, no llegó tan adelante como en otras ocasiones ni entró tanto en juego: solo realizó 52 toques, mientras que en los últimos choques en los que el Huesca puntuó subió de los 60. En concreto, fueron 62 toques ante el Extremadura y 66 ante el Almería.
Mosquera, por su parte, también varió algo su forma de actuación, pero menos que el vasco. Él simplemente tuvo que cambiar el chip para dar los pases en menos toques de los que acostumbra, arriesgando algo más pero dando, una vez más, menos tiempo al Fuenlabrada a replegarse.
La dupla Galán-Ferreiro: la pólvora necesaria
Si bien fue Cristo el gran protagonista del Huesca (2-0) Fuenlabrada, con su manera de acelerar el juego, también lo fueron Galán y Ferreiro, sus compañeros de banda. Dos jugadores que se complementan a las mil maravillas y que dieron al Huesca, mediante sus combinaciones por banda con Cristo, mucha más profundidad de la que tiene cuando juega Luisinho. El luso cierra más y se usa como lanzadera en una defensa de 3 sobre la que el Huesca apoya su crecimiento.
Con ambos escoltándole, Cristo pudo tirar paredes, dar pases a la zona del extremo y moverse con más facilidad por las superiores numéricas que creó. Y cuando uno de ambos subía hasta el fondo, el otro le cubría. Ferreiro tenía apoyos que le permitían no tener que sacarse las castañas del fuego constantemente, y se notó para bien en varias jugadas por banda.
En la otra, Raba, posiblemente uno de los jugadores con más calidad, potencia y desborde de la plantilla, se asoció con Pedro para hacer lo mismo, a sabiendas de que la experiencia de uno y la explosividad del otro podrían generar lo mismo sumadas que la de los otros dos en la banda opuesta.