El debut de Iván Martínez como entrenador del Real Zaragoza en el enfrentamiento ante el Oviedo dejó un sabor agridulce. El buen tono inicial acabó apagándose ante la falta de nivel individual del equipo en acciones concretas, nada nuevo en la oficina.

El joven entrenador aragonés cambió el sistema táctico en su primera gran noche. La vuelta al rombo, añorado por muchos e inexistente en el libreto de Rubén Baraja dibujó un Real Zaragoza diferente. Con mucha más gente por dentro, aspecto importante sin balón para la presión tras pérdida y unas intenciones distintas.


El Oviedo plantó un 4-4-2 firme y unido que buscaba en su contragolpe la única arma para estirarse ofensivamente. Lo consiguió con el paso del tiempo y llegó a tener grandes minutos en el arranque de la segunda mitad. El Real Zaragoza, todavía en su fase beta, empezando a gestar las primeras directrices del nuevo entrenador, pecó de falta de continuidad en su fútbol.
Iván Martínez aseguró en rueda de prensa que “con Zapater y Javi Ros junto a Eguaras quería personalidad y un sentido táctico, ya que ellos ya habían jugado con el rombo”. Sin embargo el Real Zaragoza mejoró en cuanto a fluidez, dinamismo y frescura cuando entraron alas más jóvenes, Francho y James, con mayor capacidad para jugar entre líneas.
Pocas rupturas de sus atacantes
Con este sistema al equipo le faltó encontrar a Bermejo entre líneas, el hombre clave. La mediapunta es una zona muy difícil de encontrar si el resto del equipo no acompaña abriendo puertas. Toro Fernández y especialmente Narváez deben romper mucho más al espacio en este tipo de fútbol. Para encontrar pases a la espalda de la defensa, entre central y lateral rival y porque aunque no reciban ese último envío, al menos habrán creado espacio por dentro. Bermejo tuvo que bajar demasiado abajo para recibir en la primera mitad. En el 2º periodo, mientras el RZ compitió con once, recibió algo más en su “zona”.

Borja Iglesias, Luis Suárez o Dwamena fueron los últimos atacantes del Real Zaragoza que ocuparon el rombo que ha recuperado Iván Martínez. Los tres permitían la sostenibilidad del sistema con una de sus mejores virtudes: La amenaza al espacio. Esos desmarques profundos son la llave que al equipo le falta encontrar para abrir las defensas rivales. Juanjo Narváez debería ser ese arma y dejar de venir a recibir al pie.
Además de ello los detalles defensivos siguen marcando el recorrido de este equipo. Como el debate espiral de que esta plantilla no tiene suficiente nivel. Ante el Oviedo el error en el primer gol a balón parado y la falta de picardía de Alberto Guitián en el juego de delantero de área de Blanco Leschuk decidieron el encuentro. Mucho trabajo por delante todavía para el Real Zaragoza, pero dejémosle tiempo a Ivan Martínez, que al menos ha llegado con una mente mucho más fresca que la anterior.