En el Real Zaragoza de los patrones reconocibles hay uno que brilla por encima de los demás. Porque sí, el equipo es o era, al menos en pretemporada, el que tenía en la presión tras perdida, la flexibilidad táctica y las líneas altas sus principios más identificativos, pero lo cierto es que poco queda de lo mostrado durante las primeras semanas. El bloque acusa una falta de gol alarmante, no hay un elemento constructor y organizador más allá de Grau y sus partidos se han convertido en una montaña rusa condicionada por las decisiones de Juan Carlos Carcedo. Y ahí es donde el conjunto blanquillo tiene un déficit gigante.
El Real Zaragoza se ha convertido de la mano del técnico riojano en un equipo mal gestor de ventajas que se deshace a partir de la lectura de partidos de su entrenador. Precisamente, si por algo llegó alabado Carcedo a la capital del Ebro es por tener un gran conocimiento de los derroteros que toma cada partido y por ser un capitán de nave extremadamente meticuloso tácticamente.
De hecho, el ex de la UD Ibiza ha heredado ciertas señas de identidad del equipo que creó Juan Ignacio Martínez. El Real Zaragoza entendido como bloque defensivo es difícil de desarbolar, se desajusta puntualmente y mantiene un orden defensivo acorde con las aspiraciones que vendieron Raúl Sanllehi y Miguel Torrecilla (cabe destacar que es el séptimo menos goleado de la categoría).
Las segundas partes pinchan el globo
Las pruebas certifican que los planteamientos iniciales de Carcedo son, en la mayoría de ocasiones, acertados. El Real Zaragoza, únicamente se ha ido perdiendo al descanso ante el CD Mirandés, pero las modificaciones introducidas tras el descanso lo desdibujan en exceso. En 12 jornadas, el conjunto aragonés ha tirado a la basura ocho puntos en las segundas partes y ha dado la sensación de perder el rumbo en muchos de esos días.
La Romareda se ha encargado de criticar varios de los movimientos de Carcedo, consecuencia directa de la dudosa lectura de su entrenador. La sustitución de Iván Azón frente al Real Oviedo con 1-1 en La Romareda, la de Jaume Grau en la recta final del encuentro ante el Villarreal ‘B’ con idéntico resultado o la de Sergio Bermejo con 0-0 contra la SD Eibar después del gran gol anulado al madrileño pusieron en pie de guerra a una afición que levantó la voz en busca de soluciones.
En resumen, el Real Zaragoza sigue siendo ese equipo tan camaleónico como irregular que todos conocemos, con la anomalía que supone cambiar de piel varias veces durante el transcurso de los partidos. A la competitividad plasmable en las primeras partes no se le consigue dar continuidad y caer tras el descanso se ha convertido en habitual.