ZARAGOZA | El Real Zaragoza le venció al Murcia en su tercer ensayo de pretemporada. Marcó Maikel Mesa, que ha convertido sus goles en una costumbre dulce en los partidos previos al inicio de la competición. Fue en un encuentro irregular, que se decidió en una acción de otro partido, también de otra fase de la temporada. En un momento en el que los resultados pueden parecer secundarios, el grupo de Escribá sigue contando sus citas por victorias.
El técnico valenciano llenó la alineación de canteranos, en busca de una respuesta entusiasta en la primera prueba desde Murcia. La halló en el primer tiempo, con un fútbol pausado, con mejores intenciones que remates. Creció a través de la imaginación, del fútbol posicional. El juego se planeó a partir de dos zurdas: la de Jaume Grau y Marc Aguado. Y voló hacia los costados, en el punto en el que Juan Sebastián y Pablo Cortés se encontraron. En el otro perfil, Adrián Liso quiso resolverlo todo por su cuenta.
Azón se sintió el mayor de todos los jóvenes y probó fortuna desde lejos y desde cerca. En las ocasiones más claras los centros fueron tiros y los tiros fueron centros. Pero la imagen general de los primeros 45 minutos dejó al Zaragoza en buen lugar. Faltó pólvora en los metros finales, decisión ante el disparo, pero no fe en su propuesta. Cuando el fútbol de combinación no respondía, el grupo se aplicó en la presión, intenso en el juego y en la salida.
En la segunda mitad, el Zaragoza cambió los intérpretes y dejó sobre el césped a Pablo Cortés, Iván Azón y Cristian Álvarez. El delantero amenazó desde la izquierda, pero el resultado se resolvió por la derecha. Cortés y el recién llegado Luna se buscaron, el lateral ganó la línea de fondo y con el balón en pleno bote, encontró el centro hacia el área. Allí apareció la volea coordinada y estética de Maikel Mesa. El tinerfeño es ahora mismo el camino más corto hacia el gol. En sus remates hay recursos, un punto de magia y toda la experiencia que ofrece este juego. Se arqueó en busca del golpeo, en un truco que escribió en el aire y que acabó en la red.
La salida de Toni Moya aclaró el panorama, le dio al Zaragoza un catalejo, recursos para jugar en corto y en largo. Al grupo le costó tramar la ocasión, pero pudo reducir a un rival de inferior categoría, que apenas inquietó a Cristian Álvarez. El argentino se fue del Pinatar Arena sin barro en su traje, con más manchas en las botas que en las manos.
Pasada la hora de partido, el Real Murcia ganó terreno y provocó nervios a través de sus centros. Los intentos del equipo de Munúa se acabaron cuando Guillherme perdió el protagonismo que tuvo durante unos minutos. El Zaragoza recobró pronto la calma. Se comportó como un bloque, fuerte en el plano físico y mejor en el apartado táctico, en una de esas conjunciones que explican todas las victorias, también las que llegan antes de que todo empiece.
Con el triunfo, el Zaragoza mantiene la mejor receta para fortalecer sus sensaciones, para seguir pensando que a la vuelta de la esquina hay un futuro prometedor.