“El fútbol es un estado de ánimo”. Esta sentencia de Jorge Valdano bien se podría trasladar al encuentro del Real Zaragoza en Extremadura, diferenciando la puesta inicial con la reacción tras alcanzar el empate.
Víctor Fernández salió a Almendralejo con solo dos modificaciones, pequeñas en su origen, pero decisivas a la postre, en su once titular. Delmás recuperaba su sitio en el lateral diestro para ofrecer una mayor disposición ofensiva por un carril que no iba a gozar de más futbolista que él. Raúl Guti, apoyado en ese sector para dejar hueco a Daniel Torres en el medio, fue un “tercer centrocampista encubierto” con el que Víctor buscaba un mayor control.
No obstante ese control tardó en llegar. Los blanquillos volvieron a entrar al terreno de juego anestesiados. El Extremadura, con el agua al cuello por su situación en la tabla no titubeó. Sabía lo que se estaba jugando y superó a su rival con intensidad. Llegó el 1-0 y el escenario volvía a dibujarle a los aragoneses una temible realidad paralela con la vivida el pasado sábado ante el Almería.
Los extremeños arrancaron más enchufados
Por fortuna Nono, tras una pared, mandó un lejano disparo al larguero. El palo resonó con estruendo en este nuevo fútbol carente de público y silencioso. Apenas pasaron unos segundos en Zaragoza del pánico del 2-0 al furor del gol de Guti en un disparo mordido que empataba el partido. Esos instantes son los que le dan sentido al fútbol. Un vuelco al corazón.
El fútbol es un estado de ánimo
Ese gol supuso una inyección de moral indudable. El Real Zaragoza acabó mejor que el Extremadura en una primera parte en la que Guti copaba todos los elogios en los visitantes. Capaz de aparecer en la base para lanzar en largo a Suárez o Soro, que mostraron una energía en sus desmarques mucho mayor que en jornadas atrás, y de destilar inteligencia y calidad en cada acción. Se permitió incluso algún caño y regate propio de un “10”. Y es que Raúl Guti está para jugar de lo que quiera.
La segunda parte terminó de decantar la balanza hacia el equipo que está en ascenso directo. Un equipo fresco y alegre, al que no le pesaban los esfuerzos defensivos. De hecho el Real Zaragoza fue capaz de recuperar muchos balones en campo contrario. Gran peso tuvo la entrada de un Daniel Torres que solapó las dudas con oficio y sacrificio.
La entrada de Daniel Torres fue un acierto
Como necesitaba el Real Zaragoza ese carácter en su centro del campo. No por demérito de Eguaras y de Guti, que vienen siendo de lo más potable del equipo, sino por añadir veteranía y pundonor al equipo. El centrocampista colombiano chocó con todos los futbolistas extremeños y se mostró más aseado de lo habitual con la pelota en lo pies. Su titularidad fue decisiva.
El 1-2 nació de la inteligente trazada de un Eguaras que cuando se acerca al área rival deja pases inigualables en la categoría. Julian Delmás recibió y en esta ocasión si que levantó la cabeza antes de centrar. La puso al punto de penalti, la zona más dañina del área en el fútbol moderno y Luis Suárez se reencontró con el gol. Anteriormente el colombiano había fallado un claro mano a mano, pero su actuación al igual que el pasado sábado volvió a ser fundamental para el ataque del Real Zaragoza. Futbolista único.
Kagawa, Álex Blanco, Linares y Zapater terminaron refrescando al equipo en el final del partido. El Real Zaragoza puede presumir de competir realmente bien durante los 70 últimos minutos del encuentro, aunque el empeño del Extremadura, penúltimo clasificado, que empieza a verse sin opciones de permanencia, no fue del todo exigente. El carácter se aprecia en las faltas realizadas (17), casi el doble que el sábado ante el Almería (9). 4 de ellas de un Daniel Torres que se ha ganado ser un activo importante en este final de Liga.