Por primera vez en lo que va de temporada, el Real Zaragoza volvió a la capital aragonesa con los tres puntos en el bolsillo. La importante victoria frente al Málaga en La Rosaleda por 1-2 sacó a relucir el lavado de cara tanto futbolístico como anímico que ha experimentado el equipo desde la llegada de Juan Ignacio Martínez al banquillo maño. Ahora los partidos del Zaragoza son otra cosa; el espectador se sienta a ver a su equipo competir cada minuto y se vuelve a sentir representado por unos jugadores a los que hasta hace poco tiempo se les tildaba de incapaces. Pues bien, el león se está lamiendo las heridas y parece que más pronto que tarde volverá a rugir con fuerza por el fútbol español.
Alineación coherente
Bien es sabido que en Segunda División los recursos del Real Zaragoza son limitados. Los jugadores son los que son con sus defectos y sus virtudes. Por ello es conveniente optimizar los recursos y tratar de maximizar el rendimiento de todos y cada uno de los jugadores de la plantilla. Y parece que JIM contra el Málaga dio con la tecla de cómo debe alinear el Real Zaragoza cada fin de semana para que las virtudes de sus mejores jugadores reluzcan al mismo tiempo que se tapan las carencias del conjunto.
Con la sensible baja de Cristian Álvarez suplida por el casi defenestrado Ratón y el recambio de Igbekeme por Zannimachia en el once, el Real Zaragoza saltó al terreno de juego con una alineación titular llena de alicientes tácticos.
Como viene siendo costumbre, el esquema del Real Zaragoza fluye dependiendo de la fase en la que se encuentra el juego. En defensa el equipo se planta con un claro 4-1-4-1, con Eguaras ejerciendo de ancla entre la segunda línea y la línea defensiva titular (Vigaray, Jair, Francés, Chavarría), con Francho y James por delante junto a Narváez y Bermejo en los costados izquierdo y derecho, respectivamente. Arriba como nueve en solitario actuó el recién llegado Alegría.
En ataque, la libertad asociativa enmarcada siempre en un cierto orden cobra importancia en el centro del campo. Sergio Bermejo, con tendencia natural a jugar en posiciones centradas, parte desde la derecha para combinar en el medio junto al triángulo Francho, James y Eguaras. Un cuarteto de centrocampistas que tan solo había compartido alineación titular en una ocasión, frente a la Ponferradina en la jornada 13. A partir de esa estructura en donde convergen los jugadores con mejor trato de pelota del equipo, el Zaragoza crece ofensivamente y dinamiza sus ataques. Y en este contexto es fundamental la figura del referente del equipo, Juanjo Narváez. El colombiano, escorado a la izquierda, atravesó como un cuchillo en mantequilla la defensa malacitana y de sus botas se generaron las mejores ocasiones blanquillas.
I Parte: el área contraria
Dominar las áreas te hace ganar partidos. Esta premisa la ejemplificó a la perfección el conjunto de JIM en Málaga. A la sobriedad defensiva mostrada desde hace ya varios partidos, se le unió la eficacia en el área rival para satisfacción del maño.
El Real Zaragoza no pisó en exceso el área de Juan Soriano, incluso el Málaga generó más disparos (7) durante los primeros 45 minutos. Sin embargo, la calidad y contundencia en las aproximaciones mañas resultaron decisivas para el devenir del partido. En el primer gol, obra de Igbekeme, el Zaragoza sacó petróleo de una jugada que en otro tiempo no hubiera encontrado recompensa alguna. Vigaray, apoteósico por banda, centró raso para un Narváez con el mono de delantero centro puesto, que aguantó la pelota en el área pequeña para después girarse y regalarle el centro a un James indetectable desde segunda línea.
Varias son las reflexiones que nos dejó este primer gol. La primera: golpe de autoridad al inicio. El Real Zaragoza no sabía lo que era adelantarse en los primeros 15 minutos en lo que iba de temporada. Una ventaja tempranera que despeja los miedos y nervios iniciales de quién se sabe en el cuerda floja. La segunda: protagonismo de la segunda línea. El Zaragoza había depositado la responsabilidad de marcar única y exclusivamente sobre la espalda de Narváez con una segunda línea escondida tras su figura. Ayer Igbekeme demostró la importancia que deben tener los jugadores de segunda línea a la hora de sorprender con sus llegadas al área. El gol debe ser cosa de varios si el equipo se quiere salvar holgadamente.
Uno de los de segunda línea, Sergio Bermejo, se presentaba como la clave del sistema ofensivo del equipo. No obstante, el habilidoso madrileño estuvo algo descafeinado durante el partido. Su actuación individual, lejos de su mejor nivel, no fue perniciosa ni para el juego del equipo ni para el rival, pero la falta de chispa del ex del Celta siempre se echó en falta. Aun así, tenerle en el campo te asegura algún destello que bien te regala un centro de gol. Cosas que tienen los jugones.
Tras el tanto inicial, los de JIM se sintieron a gusto sobre el césped de La Rosaleda. El Málaga, orientando el juego hacia las bandas, embotelló su ataque mediante centros laterales y disparos lejanos que no supusieron graves problemas para Ratón. La defensa maña se hundió demasiado favoreciendo el plan de su rival. Por otro lado, en defensa los andaluces pecaron de falta de intensidad en la presión, donde siempre llegaban tarde, lo que generó huecos muy suculentos para jugadores como Narváez, incisivo como un puñal con sus diagonales hacia dentro.
El ritmo del partido en el tramo final de la primera parte bajó gracias a la gestión del juego por parte de los jugadores del Zaragoza y a la necesidad de ambos conjuntos de llegar al descanso. Cuando agonizaba la primera parte apareció otra herramienta ofensiva que parecía desaparecida en el Zaragoza: los goles de cabeza a balón parado. Vigaray, a centro de Bermejo, remató con la coronilla un balón que parecía sentenciar el partido en el último minuto de la primera parte. La intensidad del Zaragoza se impuso a la pasividad de los malacitanos.
II Parte: área propia
Con 0-2 en el marcador y con un Málaga estéril en ataque, JIM dio órdenes de asegurar la ventaja. El Zaragoza desde el 4-1-4-1 en bloque medio-bajo acampó en su propio campo a la espera del transcurso de los minutos. El flujo de pases y el acierto de estos descendió notablemente con respecto a lo tejido en el primer acto. Si durante los primeros 45 minutos el Real Zaragoza amasó un total de 238 pases con más de un 80% de acierto, en la segunda parte los pupilos de JIM economizaron y precarizaron la posesión hasta lograr solo 177 pases acertando solo un 62 %. Un cambio radical a lo visto en la exitosa primera mitad.
Este nuevo planteamiento se sostuvo en buena medida por la magnitud del rendimiento de los dos centrales zaragocistas. Jair Amador y Alejandro Francés, Alejandro Francés y Jair Amador. Los dos jugadores del equipo más regulares desde la llegada de JIM y que sostienen desde la base el juego del equipo. Al luso no le ganó nadie en el juego aéreo (8/8 duelos aéreos ganados) y el chaval maño cortó todo lo que le pasaba al lado (7/10 duelos en el suelo ganados y 6 despejes). Sin estos dos centrales en Málaga al Zaragoza le hubiera costado más mantener el resultado con una propuesta ofensiva tan escasa.
Pasaban los minutos; soplaba y soplaba el Málaga y la casa de ladrillos construida por el Zaragoza en su área no se resintió en absoluto. Así hasta que en a falta de diez minutos Luis Muñoz lanzó un obús desde 25 metros directo a la escuadra de Ratón. Parecía que se venían turbulencias de cara al final pero poco e insuficiente generó el Málaga para tratar de empatar.
Seguramente, este planteamiento tan conservador fue un tanto arriesgado teniendo en cuenta lo imprevisible de cada partido en Segunda y de lo lejos que se situó el Zaragoza de la portería rival. Por suerte, el Málaga no dio con la tecla en ataque y los rojillos se vistieron de bomberos para sofocar cualquier mínimo incendio en su área. Los cambios tampoco ayudaron a comprender el planteamiento final de JIM, con Adrián y el Toro a tanto metros del área del Málaga, teniendo en cuenta sus capacidades.
El Real Zaragoza se hace mayor
Otro partido más y, tras la “involución” en el juego vista contra la Ponferradina, el Real Zaragoza de JIM superó otra etapa de su corta vida. Dominó las dos áreas de cabo a rabo, gestionó la posesión hacia sus intereses y mostró un empaque necesario en la categoría.
Estos jugadores son los mismo que en octubre, noviembre y diciembre. Forman parte de aquel “engendro de plantilla” del que nadie se fiaba y con el que entraba los vértigos. Sin embargo, la cabeza de estos jugadores ha cambiado, y de esto tiene mucha culpa Juan Ignacio Martínez. El alicantino, motivador natural, ha cambiado la mentalidad de unos jugadores hundidos en la derrota y ha creado un grupo competitivo y ganador. Las temporadas son muy largas y nunca se debió dar nada por sentenciado. Este Real Zaragoza se ha hecho mayor.