ZARAGOZA | El regreso de Fran Escribá es uno de los alicientes del duelo ante el Granada. El técnico valenciano vuelve a La Romareda, a un campo que sintió suyo durante casi un año. Venció y perdió, como suele pasar en el fútbol y en este estadio. Su sentencia llegó en un tramo nefasto, en el que acumuló ocho jornadas sin victorias, en el que dejó escapar sobre sus dedos la renta que había logrado en su inicio. Queda pendiente una pregunta: “¿Qué hubiera sido de Fran Escribá si Poussin no hubiera tendido el balón sobre el césped de Gijón?”. Nunca sabemos la respuesta, pero sí que el fútbol es un año más tarde un lugar muy distinto para el técnico, que mañana se sentará en el banquillo visitante.
Fran Escribá dirige hoy a uno de los equipos con mejor cartel de la categoría, a un recién descendido como el Granada. El técnico, experto en modificar tendencias, le ha sabido cambiar la cara al equipo. Le ha dotado de un carácter competitivo propio y ha reanimado a una plantilla poderosa, que necesitaba recuperar su rostro ganador. En seis partidos, ha logrado que el Granada sumara cuatro victorias, un empate y una derrota. El balance solo admite una duda: el peor resultado de su secuencia llegó en la última jornada, ante el Levante. Según esa lógica, mayores son los miedos del Zaragoza en su estadio, perdedor en las últimas tres citas.
Pausado, reflexivo y exigente, en Fran Escribá conviven algunos matices. Sus equipos son siempre competitivos, difíciles de vencer y le dan un valor especial a la fuerza del bloque. No suelen ser bonitos ni entretenidos, pero son fiables y compactos. En su tramo con el Granada ha recuperado el poder de Uzuni en el área, uno de esos delanteros hechos de gol y de batallas. También ha reinsertado a Weisman en el plan colectivo y le ha dado las llaves de todas las cosas a Miguel Rubio, que interviene y recupera más que nadie en el equipo.
En su regreso a La Romareda convivirán muchas cosas. El recuerdo amable que dejó en su despedida, conmovedora de principio a fin. También la impresión de que vuelve un profesional, con la intención de vencer en un estadio que conoce al detalle: “Recuerdo ese tiempo con mucho cariño, me trataron muy bien, estuve muy a gusto en Zaragoza. Un entrenador nunca piensa que una destitución sea justa. Tuvimos una racha muy mala, pero creo que hubiéramos estado en posiciones altas con un poco de tranquilidad. Eso es algo que un entrenador asume con cierta normalidad y le tengo mucho cariño y respeto al club, a la afición y a la ciudad. Es verdad que vamos a jugar un partido y yo no soy de empezar a repartir abrazos, pero sí que dejé muchos amigos en Zaragoza”, ha dicho Escribá esta mañana.
El paso de Escribá consiguió algo que no es habitual. Pudimos ver a la persona que había detrás del técnico. Descubrimos a un tipo íntegro, sensible, que fue capaz de adaptarse a una ciudad llena de matices. En los banquillos, dejó la impresión de ser un técnico metódico, calculador, al que le venció una dinámica y su contexto. Al observar su etapa en La Romareda es fácil recordar una frase célebre de Arsene Wenger, que explica los secretos de su profesión:
“Entrenar es una historia de amor con un club: uno tiene que esperar que dure para siempre y también aceptar que podría acabarse mañana”.