ZARAGOZA | El Real Zaragoza afronta la recta final de temporada sin grandes objetivos en la clasificación. Entre los alicientes más cercanos está construir un boceto del Zaragoza que viene. Y todo indica que Pau Sans repetirá en dinámica del primer equipo, como el último representante de una cantera ganadora. Sans mira el fútbol con ojos despiertos y Escribá define su promoción al primer equipo como una apuesta personal. Al técnico le falta, eso sí, situarle por primera vez en el once y pocas oportunidades parecen tan ideales como el duelo ante el Cartagena.
Sans ha jugado 113 minutos con el primer equipo, repartidos en 7 partidos. Desde su debut ante el Málaga, el canterano provoca algo distinto en la afición: la impresión que solo se tiene ante el nacimiento de un jugador especial. Valiente e intuitivo, tiene un primer metro veloz y la portería en la cabeza. El duelo ante el Oviedo sirve como ejemplo. En el Carlos Tartiere, Sans mostró intención y recursos, por mucho que no acertara en su mejor oportunidad. En esa jugada, su control fue muchas cosas: un contacto ideal y también el mejor regate. Desequilibrado, envió el balón a la grada. En su remate hubo un lamento, pero también una pista: los goles que están por llegar.
La ausencia de Giuliano Simeone condiciona el plan del Real Zaragoza. Sin su mejor sistema ofensivo, el equipo de Escribá pierde recursos en el juego y pegada en el ataque. Sans se asoma detrás de la cortina y pide un sitio en el escenario. El niño tiene la insolencia del fútbol de barrio, los recursos que solo da la calle. Y desde ese lugar, desde una urbanización en Valdefierro, se acostumbró a jugar con chicos mayores que él y les dijo que quería ser Diego Milito. Allí soñó con marcar y poner en pie a La Romareda. Ahora, parece cuestión de tiempo que llegue ese momento que Sans tantas veces ha imaginado.