ZARAGOZA | El CD Cuarte cayó en la final del playoff ante el Laredo y lo hizo de la forma más cruel, en una tanda de penaltis que estuvo plagada de tensión y de fallos. En la ronda definitiva hubo emoción y también llanto. Pese a todo, el equipo de José Luis Rodríguez Loreto ha protagonizado una historia bonita, un relato que pone en valor el trayecto de un club y de su localidad. El Cuarte se ha quedado esta vez a las puertas, pero ha puesto los cimientos de un proyecto ambicioso, modélico, ejemplar en casi todas las cosas.
No hubo goles en un partido marcado por la tensión y por el viento. El color verde inundó un campo vestido para la fecha, también para la historia. Y si alguien mereció el triunfo durante el juego ese fue el Cuarte, derrotado en la ruleta, en la cita más señalada ante el Laredo. Loreto y su grupo quisieron ganar el partido en los detalles, creyeron en las segundas jugadas, en las luchas silenciosas. Perdieron en la más llamativa de todas ellas, con mil ojos sobre sus nucas, en una ruleta que está hecha de maldad y de suerte. Especialmente cruel fue el fútbol en ese punto, con el fallo de Chus Herrero, quizá el líder más emblemático de este grupo, también con los errores de Rami y Gassama.
Color en las gradas, tragedia en la tanda
El estadio fue una fiebre verde, llena de ilusión. Desde la grada se escucharon mil cánticos, una melodía juvenil, una legión que tuvo el mismo color que el césped. Esperó el Laredo a los penaltis, mientras Junior llenaba el partido de kilómetros y de duelos ganados. Al mismo tiempo, Casta ponía a prueba a Rafael Hidalgo en la prórroga. Fueron las mejores huellas del Laredo en las instalaciones del Cuarte hasta los penaltis.
Antes, el equipo local había bordeado el gol a balón parado, y llegó a soñar con el disparo de De Sus, el remate de Cota o los intentos de Valdés. Creyó el Cuarte que el viento jugaría a su favor, que la prórroga les acercaría al objetivo, que el medio gol que fue la grada podía llevarles a Segunda RFEF. Pero el fútbol ofreció su reverso más despiadado al final, en una tanda que fue un lamento.
En la derrota se puede destacar también la peculiar contribución del colegiado. El árbitro anuló en el tiempo reglamentario un gol que pareció válido. En ese punto del encuentro, un saque de banda hizo más daño que todo el fútbol junto. Marcó Cota, después de que Chus Herrero mostrara que su fútbol está lleno de oficio. El árbitro juzgó que ese arrebato, de pura calle, era digno de sanción. E interpretó que había una falta que nunca pareció serlo.
El colegiado también tuvo protagonismo en la tanda. Después del fallo de Herrero, el portero del Laredo, Ángel, paró dos veces su remate. El segundo, pareció hacerlo desde dentro.
El CD Cuarte y una imagen de consuelo
El Cuarte no olvidará el partido, el drama de los once metros o las decisiones del colegiado. Pero recordará también la temporada en la que empezó a soñar como nunca lo había hecho. Lo hizo a través de un grupo que mezcló el compromiso y la juventud, la ambición y la experiencia. A lomos de un técnico, José Luis Loreto, que entiende el fútbol y todos sus secretos. Que maneja la táctica, la pizarra y las reglas no escritas de este juego. Que supo mezclar a una promesa como Dani Solbes y a un veterano como Chus Herrero en el centro de la zaga. Que creyó en el talento de Isaac Boudaou, en el regate de Valdés, en el fútbol sostenido de Cota, en la imaginación de Lucho, en el compromiso de Alberto De Sus, en el recorrido de Peralta, en los recursos de David Martínez y en la evolución inacabable de Roberto Pérez. Loreto le puso fe a todos sus cambios: al olfato de Sahiou Gassama, a la experiencia de Íñigo Pérez o a la capacidad que siempre tendrá Luis Pinto para ganar duelos.
Tras la derrota, hubo una imagen conmovedora. Los futbolistas del Cuarte se arrodillaron sobre el césped, hundidos en el centro, envueltos en lágrimas. La afición más joven, que llenó uno de los márgenes del campo, respondió de una forma asombrosa. Entonces los niños y adolescentes improvisaron un consuelo para los adultos. Saltaron al césped y rodearon a los futbolistas, les llenaron de ánimos, fueron su mejor aliento. Quizá ahí, en esa estampa, llegó una promesa: la certeza de que el Cuarte volverá a luchar por lo se le escapó ayer.
El ascenso se esfumó en los penaltis, con tres fallos y un solo acierto. Y quizá en ese momento exacto, consumada la caída, se vio que el futuro ofrecerá una revancha.