ZARAGOZA | La rueda de prensa de Juan Carlos Cordero fue una radiografía íntegra del momento en Zaragoza. También fijó el punto de partida de una operación salida que servirá para desencallarlo todo. El inicio de una nueva historia coincide con el final de otras. Si el verano es el tiempo de la ilusión, todo se inicia con despedidas de todas las clases: esperadas, dolorosas o anunciadas. La de Alberto Zapater fue la mejor que se ha contado nunca en La Romareda, tuvo emoción, fuegos artificiales y una declaración sincera hacia el club. Las siguientes estaban previstas en el plan de cualquiera, pero parecen escritas por un funcionario y no un guionista. Álvaro Ratón, Gaizka Larrazabal, Valentín Vada y Gabi Fuentes serán los primeros en salir. Ninguno de los cuatro ha logrado convencer a La Romareda por completo y nadie derramará lágrimas en su adiós.
Álvaro Ratón inició el carrusel. El gallego ha estado ocho temporadas completas en el primer equipo, siempre cómodo en la sombra de Cristian Álvarez. Si alguna vez pareció una promesa, se estancó en el banquillo de los suplentes. Lo hizo hasta perder toda la confianza que necesita, casi más que nadie, un portero. Pocas posiciones dependen tanto de la regularidad, del control de las distancias y de la suerte como la de guardameta. Ratón, al que siempre se miró como una solución desesperada, llegó a dudar de sus reflejos. Se apagó, aplazando su marcha una temporada tras otra.
Gabi Fuentes se despidió de La Romareda desde Puerto Venecia. El lateral fue el primer espejismo del curso, en un fichaje que Miguel Torrecilla llegó a considerar un ejemplo de sus cualidades, como si la improvisación decidiera las virtudes de un director deportivo. Olvidó que una buena campaña de promoción no sostiene un mal libro. Por mucho que tuviera virtudes en su estreno, Fuentes pareció siempre demasiado anárquico para la élite de este juego. Descuidó su marca y Carlos Nieto le ganó la partida sin que pudiera rechistar.
Gaizka Larrazabal utilizó una carta sentida en su adiós. Veloz y potente, nunca encontró la forma de explotar sus virtudes a la carrera. En su primera etapa, no rindió como extremo. En la segunda, defraudó como lateral. Quizá le pudo la presión popular, la opinión de una afición que siempre le miró con ciertas suspicacias. No afinó su centro y no aprovechó todas las oportunidades que le concedió Escribá. Se va de La Romareda sin haber cuajado un partido completo, redondo y sin saber cuál es su lugar.
A Valentín Vada le favoreció el efecto de la primera impresión. Mostró facilidad para marcar, para ser sorpresa en las áreas. Sin los goles, siempre pareció un jugador más. Intenso y batallador, pero falto de recursos en el juego colectivo. En su segundo curso, le costó aceptar su rol de suplente y nunca pareció un jugador de equipo. Perdió protagonismo y la luz que le hizo importante en su debut. Su marcha será el principio de todas las cosas, de una revolución que el director deportivo prepara en secreto.
Antes de saludar a los que vengan, Cordero buscó la mirada del adiós e inició el tiempo de las despedidas.