Miguel Puche solo ha disputado 50 minutos en Liga en su estreno en el primer equipo. El tudelano, autor de goles simbólicos en el mejor Zaragoza de cantera, se ha acostumbrado a ver los partidos desde la banda. En sus apariciones, muy espaciadas en el curso, ha mostrado voluntad, un don para el riesgo y la intención de ser distinto. En Butarque, cuando todo estaba perdido apareció él, con sus medias bajas y su aspecto de estudiante despistado. El partido necesitaba a un rebelde o a un inconsciente y Puche dibujó una asistencia para Iván Azón. Fue un gol irrelevante, casi inoportuno, pero que debería darle a Juan Ignacio Martínez una pista esencial para el futuro más cercano.
Es probable que JIM no le considere para el once de mañana. El duelo ante Las Palmas puede ser un todo o nada para el técnico. Y JIM, que nunca fue un entrenador de cantera, siempre apostó por la veteranía y la fama antes que por la juventud. Pero quizá en su momento más delicado en el banquillo de La Romareda, le conviene recordar quién le trajo hasta aquí. La salvación del Zaragoza en el curso pasado no se entiende sin la aparición de tres canteranos. Los three amigos de la Ciudad Deportiva –Francés, Serrano y Azón– nunca fueron la primera opción del técnico. Francés mezcló con Peybernes o Jair, Serrano le ganó el sitio a Igbekeme y Azón pugnó con Álex Alegría. Los tres acabaron jugando, más por aclamación popular que por los principios de su técnico.
Momento Puche
Miguel Puche es otro de los integrantes de una quinta ganadora. Muy próximo a Francho Serrano en el vestuario, en el club recuerdan sus apariciones en la conquista de La Liga en División de Honor Juvenil y en La Copa de Campeones. Mostró entonces que es un jugador de instantes, con intuición para aparecer en el lugar oportuno y en el momento adecuado. No siempre parece fino, pero en su fútbol hay un punto de desacato y otro de valentía. Lo ha mostrado en el primer equipo, en las pinceladas que le ha dado Juan Ignacio Martínez. Todas llegaron en el tramo final de los partidos. En la jornada inaugural ante el Ibiza saltó en el minuto 81, disputó poco más de cuatro minutos ante el Valladolid, apareció en el 63 en El Toralín, y jugó los últimos diez en Butarque. También tuvo la oportunidad en el partido de Copa ante el Sevilla, cuando la eliminatoria estaba sentenciada.
Puche improvisa, se deshace y se equivoca, pero nunca deja de intentarlo. Y encara. Por encima de todas las cosas. Juega con la cabeza baja, solo pendiente de su finta, sin importarle quién tenga enfrente. Y esa cualidad es un valioso hallazgo en un equipo que casi nunca regatea.
El sábado, el Real Zaragoza tiene una nueva cita con el fútbol y con las protestas. Puche espera el duelo, con esa mezcla que le define: el regate y la inconsciencia. Si el partido se complica, JIM buscará su zancada en la banda. Quizá el técnico piense entonces que en su salvación vuelve a ser clave la aparición de un canterano.