El derbi aragonés ha dejado en mí una resaca de las que sientan como un fin de semana de spa. Sin dolores de cabeza, sin día de manta y sofá. Con la esperanza de que el mundo se detenga un momento y, entre sonrisa y sonrisa, disfrutar.
Es verdad que el reloj nunca se para y en momentos así parece que aún corra más, pero la virtud del momento debe hacernos recapitular, coger aire de nuevo y sobre todo disfrutar. Disfrutar de nuestra gente, de un equipo sin igual. Esto es muy largo, no tengan miedo, señores y señoras, disfruten que la vida es presente, lo demás no sabemos a dónde nos llevará.
Pero si quieren les cuento un secreto: yo también sueño con algo más. Y no es que sea un lunático, pues de momento rige en mí una lúcida claridad, pero cuando algo está bien hecho tampoco lo podemos obviar. Y este Huesca enamora. Enamora desde su asombrosa precocidad, amparado en un juego vistoso sin rehuir favoritismos ni ser víctimas antes de empezar.
“Si algún día ésto se atasca, no huyan por la ventana. Bajen unos instantes y ayuden a empujar”
Algo ha cambiado. Hace tiempo lo venimos diciendo y, lejos de parecer un sueño de verano, es una aplastante realidad. No siempre que se quiere se puede, por eso, cuando los sueños aparecen no debemos dudar ni un momento, ni tampoco titubear; hay que agarrarlos con fuerza y no dejarlos escapar. Y en eso estamos, el tren del momento pasa por Huesca. Suban sin miedo, hay vagones de sobra, nadie está de más, pero recordemos que si el camino se afea, hubo una estación con parada en noviembre que nos llenó de felicidad.
Pintan días alegres aupados en una clasificación que ya no da vértigo mirar. Tampoco es lo más importante, no nos tenemos que engañar. Las notas se reparten en junio, pero si uno va aprobando parciales, al final, las notas allí estarán. Queridos amigos, azulgranas y oscenses, seguidores del Huesca en general: hoy me siento orgulloso. Orgulloso de ustedes y orgulloso de un escudo que ya no da vergüenza besar.
En mi casa crecimos siendo modestos, así que permítanme decirles una última cosa: “Suban sin miedo. En este periplo nadie está de más, pero si algún día ésto se atasca, no huyan por las ventanas. Bajen unos instantes y ayuden a empujar”.