Con enfoques y objetivos distintos, los tres ciclistas altoaragoneses regresan de tierras italianas con la sensación de haberse codeado con la alta aristocracia del ciclismo mundial sub 23. El Giro Ciclistico della Valle d’Aosta había tomado tintes de test serio, de los que realmente te ubican dentro del siempre exigente panorama ciclista amateur. Los equipos contaban con la experiencia vivida hace ya un año, cuando en aquella ocasión fue más un baño de realidad que otra cosa. Es lo que tiene salir a competir por Europa y contra los mejores. Es rendir cuentas ante los patronos del ciclismo amateur en unas montañas más grandes y con unas distancias superiores a lo que aquí están habituados. Es la desgracia de estos jóvenes valores del ciclismo nacional, que crecen con menos recursos y se ejercitan en pruebas de menor nivel.
Pese a ello, la actuación de los altoaragoneses es digna de ser destacada. Especialmente la de Jaime Castrillo, esta vez punta de lanza de los nuestros. Su regularidad y su “motor” le han llevado hasta la vigésima posición en la general, a 26 minutos de Pavel Sivakov, el ruso del BMC que está siendo el amo y señor de la temporada. Se ha desenvuelto bien en la dureza de este Giro d’Aosta, especialmente en la etapa reina con final en Cervinia llegándose a colocar en décimo segunda posición. Los esfuerzos le pasaron cuenta el domingo en el durísimo Valgrisenche, donde perdió unos minutos que le relegaron hasta esa final y meritoria vigésima plaza.
Si alguien en este Giro d’Aosta se merece el premio a la combatividad ese es Sergio Samitier. A excepción de un día, todos los demás ha estado en fuga, atacando incluso para marcharse en solitario en Valgrisenche. Una versión sub 23 del belga Thomas de Gendt. El objetivo era una etapa, o estar lo más cerca de la victoria. Y dejarse ver arriba, dejar la impronta de un ciclista valiente, de raza. Y lo ha conseguido.
De Fernando Barceló se puede decir que ha ido de menos a más, o por lo menos es lo que las clasificaciones reflejan. Sus dotes de escalador le han servido para destacar tanto en la etapa reina de Cervinia como en el final en Valgrisenche, donde fue el primero de los nuestros. Quien sabe que habría pasado con el de la capital si esto hubiera tenido un par de etapas más.