ZARAGOZA | El Real Zaragoza venció al Racing de Ferrol de un modo agónico, bajo la ley de mínimos, con un gol de Ager Aketxe. El mediapunta jugó en su lugar y logró el tanto que La Romareda esperaba. En la acción, Pau Sans utilizó un recurso de calle y de playa, ideal para cambiar un partido en el barro. David Navarro fue héroe por un día, en un encuentro que cumplió lo que él había pedido en la previa. A falta de fútbol, ganó el Zaragoza con el corazón, la espalda de Pau, la zurda de Aketxe y el milagro de Poussin.
Gaëtan Poussin (9): Su elección significó muchas cosas y él resolvió con una parada que respaldó el triunfo. Durante el partido, se le vio tranquilo, alejado de los miedos y de algunos fantasmas. En el penalti, aguantó y sacó un pie mágico. Esta temporada está tocado por el mismo Dios del fútbol que antes le dio la espalda.
Marcos Luna (6): Generoso y aplicado, puso su físico al servicio del equipo. Quizá le faltó un punto de precisión, pero lo compensó con voluntad.
Lluís López (6): Correcto, sobrio, recordó al futbolista que fue al inicio.
Bernardo Vital (6): Poco exigido, se le vio mejor en los duelos y más líder de las disputas.
Dani Tasende (5): Caótico en el global, sus inicios son siempre prometedores. Sucede que el avance de los partidos no siempre le favorece, quizá agotado, siempre mejor en ataque que en defensa.
Marc Aguado (7): Leyó el partido y estuvo inteligente sin balón, agresivo en todos los saltos de presión, fluido también con el cuero. Le cuesta aguantar el ida y vuelta y su fútbol parece mejor en las primeras partes que en las segundas. Al margen de eso, su juego ofrece una progresión cada vez más evidente.
Keidi Bare (6’5): Batallador, peleón y referencial. No estuvo preciso siempre, pero en el tramo final ganó tiempo, duelos y anestesió los intentos del Racing.
Francho Serrano (6): Su partido se acabó demasiado pronto y el Zaragoza lo notó muchísimo. Es ya una seña de identidad, un jugador capaz de vencerle al cuentakilómetros, al cronómetro y también al temporizador. Su lesión parece preocupante: el fiel reflejo de una costumbre. Siempre pone el escudo por delante de todo, también de su salud.
Adrián Liso (5): Su partido estuvo lleno de interés, de amor propio y voluntad. Pero huérfano de suerte y de aciertos.
Ager Aketxe (8): Lo intentó más que nunca. Obtuvo el premio que necesitaba y marcó el gol que La Romareda quería celebrar. Jugó en su lugar y ensayó varios disparos que solo están a su alcance. Resolvió el partido en el momento de la verdad, cuando peor estaba, y se llevó su primera gran ovación.
Iván Azón (6): Volvió a jugar más para el resto que para él. No estuvo fino, pero su labor fue más generosa que solitaria, más silenciosa que visible.
Cambios del Real Zaragoza
Iván Calero (5): Vive un momento gris, en el que no acaba de acertar en sus decisiones ni en la ejecución de sus jugadas. Su profesionalidad siempre es intachable, pero debe aprovechar el parón para reencontrarse.
Pau Sans (8): El partido no estaba para nada ni para nadie. Y él apareció con su fútbol de calle y un recurso de playa para despejar el panorama, para abrir en canal el encuentro. Orientó su control con la espalda y limpió la jugada para Aketxe. En ataque, fue un alma libre imprescindible. En defensa, mostró también su compromiso.
Toni Moya (5): El contexto del encuentro no le favoreció y le tocó defender, sin llegar a dirigir nunca el juego. El Zaragoza necesitaba su pausa y solo contó 10 toques de balón. Poca cosa.
Sergio Bermejo (SC): Volvió al césped en un escenario de puro fuego. Trabajó y la única vez que se equivocó, supo corregir su error.
Jair Amador (SC): La defensa del área parece más fiable con él. Para eso no necesita intervenir demasiado, basta con su sola presencia.
Entrenador
David Navarro (7): Logró cambiar la escena en la previa con un discurso memorable. Su equipo lo recitó de memoria y la victoria se entiende a partir de su mensaje. Cuando peor estaba el partido, logró modificar la escena con sus relevos. Guardó la ropa y la ventaja a través del otro fútbol, con amor propio, orgullo y el compromiso intachable de todos.