El partido en el Molinón fue el último de Iván Martínez como entrenador del Real Zaragoza. Una derrota ajustada y lamentablemente cotidiana por un detalle en la segunda mitad justifica que Miguel Torrecilla tuviera a su entrenador ya decidido desde hace unos días.
La aventura de Iván Martínez, llena de obstáculos y susurros de desconfianza que llamaban a la puerta de cada entrenador del rincón, no ha salido como él esperaba. Una sola victoria y siete derrotas. Un equipo competitivo pero habitualmente lejos de los tres puntos debido a su falta de producción ofensiva (síntoma ya preocupante con Baraja) y a su tendencia al error en área propia.
En el Molinón se vieron las características de este último Real Zaragoza. Presión alta en el arranque del encuentro aupado por la columna vertebral juvenil, Francés-Francho-Azón afincados en la titularidad, y un equipo que sucumbe en las segundas mitades. El Real Zaragoza con Martínez ha recibido 10 goles en los últimos 45 minutos y solo ha anotado dos. Cuando los partidos se deciden, los blanquillos nunca encuentran los detalles.
Iván Martínez lo ha intentado todo. No se puede decir que al aragonés le haya faltado versatilidad y frescura táctica. Hasta cuatro sistemas ha empleado en este frenético mes de calendario. Arrancó con un 4-4-2 en rombo, buscando la estructura favorita de la dirección deportiva, con la que durante estos últimos años se había trabajado tanto en la cantera. Dos encuentros ante Oviedo y Ponferradina sin resultado.
Hubo hueco ante el Rayo Vallecano para apostar por un 4-1-4-1, también habitual en la hoja de ruta de Iván Martínez en su honorable juvenil. Sistema utilizado en segundas mitades en numerosos encuentros (Ponferradina o Sporting). Sin embargo ante la falta de solvencia con balón el técnico de la casa dio un volantazo al trayecto. Defensa de tres centrales y dos carrileros. Tres centrocampistas y solo dos atacantes. Trabajo, solidaridad, crecer desde atrás para poder llegar hacia delante.
Ante el Espanyol y el Castellón el Real Zaragoza jugó con un sistema muy reactivo y de mínimos. En el campo de uno de los favoritos por el trono de la Segunda División el equipo estuvo cerca de dar la campanada. Sin embargo en un partido de tú a tú en Castalia el equipo blanquillo jugó un encuentro irritante. De poner los pelos de punta. Ese día el propio Iván Martínez claudicó en rueda de prensa. Se puso a disposición del club y en su tono se le notaba completamente abatido.
El Real Zaragoza no cambió de técnico por la caótica situación institucional. Semanas de zozobra con negativas de numerosos entrenadores. Iván Martínez, conociendo que en el club ya no confiaban en él, tuvo que seguir adelante. En esa situación llegó la primera y única victoria. Ante el Fuenlabrada en la Romareda, apoyado en un 4-4-2 más natural que permitía al equipo acumular más referencias ofensivas.
Bajo esa línea intentó competir en dos de los campos más difíciles de la categoría. En Almería y en Gijón el Real Zaragoza no estuvo tan lejos de los puntos, pero de nuevo la derrota, natural por la tendencia del equipo y la falta de nivel arriba, apuntilló al equipo.
El Real Zaragoza en la teoría de resultados no está tan lejos de los puntos. No ha perdido todavía por más de dos goles de diferencia. No ha encajado más de dos goles en ningún encuentro. Pero en la práctica su juego queda muy lejos. Iván Martínez no fue culpable, pero tampoco solución.
Por el camino el entrenador de la casa deja varias sentencias. La realidad que suponen Francés, Francho y Azón en una plantilla tan corta de calidad. La nula adaptabilidad del Toro Fernández, Haris Vuckic y algún que otro futbolista a la camiseta del Real Zaragoza. Y la imperiosa necesidad de acometer fichajes líderes que saquen del pozo al Real Zaragoza. Una que cada vez se visualiza más difícil en una situación de absoluto terror.