ZARAGOZA | La Copa era el escenario de un cuento de hadas, de un relato propio, hecho a la medida exacta de este torneo. La SD Ejea vivió el día más importante, la cita señalada. Perdió ante el Valencia, pero hizo muchas cosas para llevar el partido a la prórroga. El Valencia ganó, sufrió y venció en las áreas, quizá en el único punto en el que el Ejea pareció de una categoría inferior al equipo che.
El grupo de Iván Martínez jugó con sobriedad en el inicio, calmando el primer paso del Valencia. En un partido que era todo corazón supo ponerle cabeza, hasta nivelar el partido e igualar las distancias entre todas las categorías. Se acercó el Valencia a través de Álvaro Tejón, que maniobró en una baldosa e hizo suya la amenaza.
La respuesta del Ejea llegó por fuera, a través de los intentos de Rodri Val, con físico para cualquier división. Ginovés lideró el carril central, como si bajo sus pies no creciera ni la hierba. Las sombras son suyas en Luchán, también el liderazgo literal y simbólico del equipo. Creció el Ejea en el partido, mientras se le hacía bola al Valencia. El equipo de Iván Martínez no jugó en la trinchera, sino que supo creer en el duelo silencioso, en una guerra territorial.
Tomó parte Sergio Carrasco, con su fútbol suave, limpio, hecho para la élite. Fue el testigo directo de Iván Martínez, el mejor de todos los termómetros. Si él aparece, el Ejea progresa, junta pases, encadena secuencias prometedoras. En la banda, el técnico dominaba todos los registros: supo guardar la lluvia en el primer tramo, secarse la ropa con el paso de los minutos. Creció hasta el descanso, con una opción de Ginovés como la oportunidad más clara de todas las quinielas.
Segunda parte
Si las noticias se habían guardado hasta el descanso, la cosa cambió en el inicio de la segunda mitad y cayó del lado de la lógica. Más tarde, hubo tiempo para la fe. Antes, el Valencia aprovechó su córner e Iker Córdoba acudió veloz al primer palo, dispuesto pasra marcar. Pudo ampliar la ventaja Germán Valera, que se encontró con el travesaño en la siguiente oportunidad. No se rindió el Ejea, que creyó en los milagros de Luchán. La respuesta llegó en dos tandas: con un intento lejano de David Iglesias y un gol cantado de Rodrigo Val. Autor del gol de su vida ante el Hércules, dispuso de una opción todavía más clara, quizá la jugada de la eliminatoria. El balón le quedó muerto, en pleno llanto en el área del Valencia. Su remate se fue cruzado por un pelo y la réplica del Valencia fue inmediata. Marcó Dani Gómez, tras un pase ciego de Germán Valera.
El Ejea no entregó la cuchara y quiso cambiar un imposible. Arrinconó a Goliath y llenó el área de intentos. Ahí apareció Carrasco, más letal que nadie en el espacio reducido. El rechace de su disparo lo cazó Gabri Palmás, que hizo soñar con su gol a Las Cinco Villas. El “sí se puede” sonó en las gradas, mientras el Valencia sufría, miraba el crono y pedía una pausa. Creció por el perfil diestro, donde Sola y Val intercambiaron el testigo. Especialmente inspirado y profundo estuvo el lateral, que se quedó a un pase de fabricar las tablas.
En el tramo final, el Ejea tuvo una última oportunidad, que Yarek sacó desde la línea. Fue su arrebato final y, como ya había pasado antes, el Valencia hizo pagar el fallo con su sentencia. Fue Rafa Mir, en su regreso tras el escándalo, 98 días después de su castigo.
Venció el Valencia sobre el césped y el Ejea en la grada, con una voluntad conmovedora, un intento permanente. La Copa del Ejea quedará para el recuerdo, con el sabor de Jumpers como emblema. Nunca pareció inferior, por mucho que cayera en las áreas. No logró quebrar la ley no escrita, pero mostró que también hay una bonita épica en las derrotas. Y que sigue siendo, un día más y una ronda menos, un equipo emocionante.