El Real Zaragoza ha usado un discurso subjetivo en las últimas jornadas. Recuerda cuando tiene la oportunidad que juega bien casi siempre y preocupa que no le gane a casi nadie. Se mueve en el terreno del empate, que es un poco menos que perder. Especialmente, en este punto de la competición, cuando ya solo empieza a valer la victoria. A través de ese lenguaje, se esconde un mensaje algo conformista que impide la evolución.
El equipo de JIM fabrica partidos más entretenidos de los que se suelen ver en Segunda División. Desde el club se cree que jugando así los resultados llegarán más pronto que tarde. Se insiste en que cuando se marque el primer gol del partido, los tantos llegarán a pares. El técnico incluso pide un punto de comprensión para un equipo que “lo da todo”. Pero, de entrada, ese punto de esfuerzo debe ser un mínimo. Nunca un todo.
El equipo aragonés ha fallado en algunos elementos esenciales del juego y lo ha hecho más que nunca en las dos últimas citas. Le ha faltado lectura de los encuentros, profundidad, velocidad en la proyección de la jugada y el mismo instinto de siempre. Sus buenas intenciones no deben camuflar la regresión de las dos últimas fechas.
Los defectos del Zaragoza
Los números, a menudo difíciles de interpretar, no engañan en esta ocasión a casi nadie. En los cuatro partidos que precedieron al Lugo, el Zaragoza disparó 26 veces a puerta. Su media era entonces de 6´5 lanzamientos por partido. En las últimas dos citas, en el Anxo Carro y ante el Oviedo, el Zaragoza solo sumó cuatro disparos entre los palos, dos por encuentro.
El Zaragoza utiliza su discurso, quizá algo superficial, como un disfraz para sus problemas. No contempla que el mismo mensaje de antes no coincide con la descripción de los últimos partidos. Y utilizarlo ahora, cuando los empates han dejado de provocar ilusión, limita el sentido de la realidad.
El equipo sigue sin atacar bien, sin encontrar la llave del juego por fuera. Tras cuatro empates consecutivos, no recuerda el sabor de la victoria. Fabrica embudos en la zona interior y en la media se solapan los intérpretes. Le falta una marcha más en las jugadas, una virtud de este juego que se inicia con el regate y se cierra con el remate. En los últimos partidos, además, ha tenido a su mejor atacante maltrecho. Narváez cumplió 50 partidos sin fallo en Zaragoza y lo hizo entre molestias.
El Real Zaragoza afronta ante la Sociedad Deportiva Huesca su primer partido de la verdad. Es tarde para experimentos, pero lo suficientemente pronto para que un partido pueda cambiarlo todo. En la fiesta del fútbol aragonés buscará una realidad sobre la que creer.
Juicio clínico
Un paciente zaragocista se recupera de un ictus en la planta siete del Hospital Miguel Servet. Después de dos días en situación grave empieza a mejorar. El sábado recuerda que, a pocos metros de su habitación, el Zaragoza se enfrentaba al Oviedo. Tras la visita, le pregunta al neurólogo el resultado del partido.
El doctor le comunica el empate a cero y el paciente responde: “no hay nada que hacer”.
El neurólogo, satisfecho con la evolución, anota en su historia clínica:
Mejoría importante. Paciente consciente, orientado. Juicio de realidad conservado.