En un torneo preparado para las sorpresas, el Zaragoza le venció al Burgos sin grandes sobresaltos. Los goles llegaron desde la media, en jugadas iniciadas por Iván Azón y Borja Sainz. Anotaron Eguaras y Adrián González, felices en la noche de las reivindicaciones.
El Real Zaragoza desafió al frío, pensó en el juego, creyó en el control silencioso de su fútbol. Sin alardes ni grandes desafíos, con Borja Sainz como el jugador más incisivo. A su lado, lo intentó siempre Iván Azón, negado de principio a fin para el gol. Y unos metros por detrás, Adrián González ejecutó un fútbol elegante, que coronó con un golpeo plástico de zurda. Su interior fue una ecuación simple, capaz de resolver de la forma más sencilla un juego tan complejo como este. Antes Eguaras había puesto por delante al Zaragoza, en una acción proyectada por Iván Azón. La jugada define al delantero: fue a medias una promesa y a medias un barullo. Segundos después, el rechace lo hizo suyo el navarro y sirvió para allanar el camino del triunfo.
Al equipo de JIM le interesaba un partido tranquilo tres días después de un sofoco. El Burgos colaboró, sin respuesta hasta que ya era demasiado tarde; tibio, como si no conociera el frío. Venció el Zaragoza y comprobó que tiene instrumentos muy válidos en su banquillo. Más allá de los que se consagraron en el marcador, Ángel López y Enrique Clemente merecen una mención distinta. López se estrenó en La Romareda y no le pesó el escenario; mostró poderío físico, facilidad en el marcaje y pasión zaragocista. Clemente juega de central pero hay pocos futbolistas sobre el campo que ordenen como él la jugada. Tiene un pie de seda, por mucho que en el banquillo haya telarañas.
El Zaragoza avanza en su torneo predilecto, JIM sonríe de nuevo y descubre fórmulas distintas para el mismo rompecabezas. Tampoco ante el Burgos repitió once y el triunfo alegró su aniversario. Para ayer le sirvió la misma frase que en la noche de su estreno. La historia del Real Zaragoza se escribe y continúa, una vez más, en La Copa.