El Real Zaragoza se mueve en la indefinición, sin un plan concreto para los partidos. Carcedo siempre quiso un equipo con muchas pieles, capaz de adaptarse a los registros del rival y a sus debilidades. El curso de la competición ha mostrado que el análisis exhaustivo y metódico del técnico escondía un peligroso reverso. El Zaragoza parece demasiado preocupado por el rival: quiere anular las virtudes del contrario sin reparar en que en su camino tampoco le presta atención a las suyas.
Derrotado frente a Cartagena, Lugo y Mirandés, logró sus dos triunfos ante la Ponferradina y el Sporting de Gijón. Los tres resultados que restan fueron tres empates a cero en Las Palmas y ante el Levante y Eibar en La Romareda, con sensaciones distintas y casi contradictorias. La más reciente deja una imagen pobre, de equipo limitado y con defectos. Incapaz de salirse del guión, ni siquiera pudo cambiar el ritmo del empate ante un equipo disminuido.
El método de Carcedo busca un inicio desde atrás muy concreto, con salida de tres y el mediocampista como guía del juego. Para conseguirlo, Manu Molina o Jaume Grau se orientan en ocasiones a los costados, con la promesa de que los laterales se vestirán también de extremos. Ahogado ese recurso, el Zaragoza elige el invento más viejo de este juego: el fútbol directo hacia un delantero que lo pelea todo. Giuliano Simeone se ofrece siempre, pero su equipo le envía con demasiada frecuencia a batallas ya perdidas. La alternativa tampoco parece demasiado elaborada: el centro a ninguna parte.
La flexibilidad de Carcedo tiene un límite muy concreto: se modifican los intérpretes, pero no el sistema. Y eso, teniendo una dupla como la que forman Azón y Simeone en la recámara parece un gran sinsentido.
Los números de una propuesta
El Real Zaragoza ha tenido más el balón que el rival en 6 de los 8 encuentros disputados. Solo fue capaz de vencer en uno de ellos, frente al Sporting de Gijón en La Romareda. En el resto de encuentros (Levante, Cartagena, Lugo, Mirandés y Eibar) solo logró sumar dos puntos ante el equipo valenciano y el vasco. Venció en carrera y en transición frente a La Ponferradina, con un 35% de posesión y 13 remates, de los que 6 acabaron entre los palos.
Uno de los defectos más sensibles de este grupo son sus lagunas en las áreas. Salvo en dos de los encuentros disputados siempre logró rematar más veces que el rival, para marcar solo cuatro tantos en lo que va de curso. Las Palmas y Mirandés le vencieron al Zaragoza en ese terreno. En Miranda el Zaragoza concedió 20 disparos y 7 de ellos a portería, para encajar los dos goles definitivos. Curiosamente, el Zaragoza nunca ha rematado tanto como el día que tuvo menor posesión ante La Ponferradina (35%). La paradoja se amplió en Miranda y ante el Lugo: nunca fue tan vulnerable como en esos días, en los que amasó más el balón que en ningún otro (67% frente al Lugo y 60% en Anduva).
La clave de los resultados reside en un matiz muy concreto. Persiste la duda de si el Zaragoza elige siempre tener el balón o es el rival el que se siente cómodo a la espera. Sin posesiones de calidad, nadie juega tanto en su propio campo como el Zaragoza. En ese lugar del juego el rival nunca tiembla. Ningún ejemplo parece tan doloroso como el del partido ante el Eibar. El equipo que dirige Gaizka Garitano jugó más minutos con inferioridad en La Romareda que en igualdad de condiciones. Nunca sufrió un asedio feroz, ante un Zaragoza que sigue en pleno octubre sin saber a lo que juega.