REAL ZARAGOZA | El Real Zaragoza empató en otro partido triste y gris, que demuestra los problemas de un grupo. En una ocasión inmejorable, acabó empatando, en lo que fue hoy otra forma de perder.
El Real Zaragoza llegó al Estadio de La Cerámica con el viento a favor. 2.200 aficionados vistieron de local un estadio visitante, hicieron del Madrigal una pequeña Romareda. Julio Velázquez optó por cambiar la estructura, pero no supo modificar la propuesta. El equipo volvió a parecer apático, pobre en el fútbol y en todos sus recursos
Faltó continuidad en el juego, ambición en el fútbol. Esperó de nuevo el Zaragoza y durante media hora no pasó absolutamente nada. Uno nunca sabe si era exactamente eso lo que pretendía Velázquez o si el técnico diseñó un partido diferente. No hubo historia, solo disputa, un tibio intercambio de golpes.
Solo progresó el Real Zaragoza a través de Germán Valera, dueño de un regate distinto, de un desequilibrio que le falta al resto. Siempre pareció, eso sí, mejor en el primer regate que en todos los que tienen que llegar después. Mollejo fue otra vez el resumen ideal del equipo: en su fútbol hubo entusiasmo y tensión, pero demasiada precipitación. Azón inauguró el capítulo de los disparos, pasada la media hora, con un cabezazo de espaldas, que se escapó fuera tras un centro de Lecoeuche.
El siguiente intento del Zaragoza llegó al filo del descanso, con un disparo de empeine total, ejecutado por Maikel Mesa. No solo fue la mejor opción del Real Zaragoza, fue la única. Llegó a través de un robo, una acción aislada. Pareció una gota en el desierto, la pista que debía seguir el Zaragoza después, pero la reanudación dibujó un rostro peor del equipo de Velázquez. El Villarreal B llenó el partido de ocasiones y solo el milagro de Zedadka o de Badía evitó la derrota.
El susto invadió también el cuerpo de Velázquez, que deshizo sus cambios y sumó a un central a la causa, en un partido que tenía que ganar el Zaragoza. No respondió ante una hinchada emocionante, decidida, incondicional. Y el fútbol que ofreció fue pobre, una mirada constante a la nada. Ganó metros el Villarreal, mientras los blanquillos esperaban un detalle, un guiño de la suerte a su favor. El técnico había elegido la marcha de Francho Serrano, el mejor conductor del grupo.
El equipo volvió a parecer triste, precipitado, nulo en todos sus intentos. El mejor ejemplo llegó en una acción de Manu Vallejo, que estropeó el enésimo intento de Germán Valera. En el siguiente, Valera congeló el tiempo con un regate memorable. Después de un detalle de otro partido, Valera no acertó en el cierre. Si el extremo fue el principio y el fin del Zaragoza, no supo culminar todo lo que había empezado. No colaboró Velázquez, que estropeó todavía más al equipo con sus cambios. Los cánticos de la grada fueron el veredicto definitivo, hasta pedir la salida del segundo entrenador del curso.
Los últimos minutos reflejaron la impotencia de la hinchada, que llenó de quejas un partido en el que no había fútbol. Todo lo que pasó en La Nueva Cerámica dejó en mal lugar al grupo, de nuevo incapaz de estar a la altura de su afición. Empató el Zaragoza, en otro partido sin discurso, en otro guiño a la nada.
no lo cambiarán pues es reconocer los fallos de quién lo trajo y menos mal que no juegan los chavales,así se ahorran el ridículo de los que sí, adiós a los penosos entrenador y gerente y un poco de paciencia,poca ya😢 para el director técnico