El Real Zaragoza en Lezama fue un equipo frío, plano y sin la codicia que distingue a los vencedores de los vencidos. Empató con todo a favor y quedó atrapado en la barricada del Amorebieta. El grupo de Íñigo Vélez juega sin retórica, en busca del pasadizo más elemental que propone el encuentro. Conoce sus virtudes y todas sus limitaciones. El Zaragoza, por su parte, sigue en busca de una identidad en la clasificación, mientras se pierde en los partidos.
El Zaragoza cayó en la red de alambres planteada por Iñigo Vélez y fue incapaz de administrar las dos ventajas que encontró en Lezama. En la primera, Álvaro Giménez remató a quemarropa. En la segunda, una temeridad de Orozko dejó al equipo vasco con uno menos. Sin pautas más allá de la versión más lenta de este juego, el Zaragoza no encontró una vía para ganar dos veces el mismo partido.
El Zaragoza marca a la carrera y encaja en la estrategia
El Zaragoza alcanzó el primer gol del encuentro a la carrera. Vada sorprendió con su desmarque y el palo le ofreció a Álvaro Giménez una segunda oportunidad. El gol engañó al Zaragoza y simplificó al máximo su juego. Prescindió del centro del campo y creyó que bastaba con ganar el partido a través del fútbol directo. Ese contexto era el escenario ideal para el Amorebieta. Fue entonces cuando más creció el equipo vasco y menguó el Zaragoza. Sin tiempo para administrar su ventaja, una falta rigurosa le dio al equipo de Vélez el empate. Medió un remate de Jair hacia su propia portería, en una mala defensa puntual y colectiva.
Nada cambió en el segundo tiempo, entre otras cosas porque JIM no hizo nada para cambiarlo. Ni siquiera la expulsión de Orozko mejoró el fútbol del Zaragoza. El equipo aragonés jugó con un jugador más y con un punto de ambición menos. Se volvió previsible, chato y no dejó nunca al rival sin aliento. Su ataque fue un embudo y nadie más allá de Gámez quiso desatar el enredo. Paralizado otra vez por la lluvia, faltó deseo, personalidad y una lectura profunda del juego. Si la pista del partido estaba por fuera, el equipo de JIM se trabó siempre por dentro.
El duelo en Lezama cierra con sombras el mes más feliz del curso. Una vez más, el Zaragoza se conformó con poco y con nada al mismo tiempo.