El Real Zaragoza firmó su rendición y acabó aceptando su derrota ante el CD Leganés. Lo hizo como si fuera algo inevitable, un mal ante el que esta vez no supo rebelarse. Randjelovic alcanzó la ventaja en una cesión de Carlos Nieto que fue una condena. El lateral es ahora mismo un jugador desdichado, incapaz de reconocer las pisadas del futbolista que fue hace no tanto. Si es capaz de levantarse de este golpe, mostrará que está hecho de otra pasta.
Nieto aparecerá en primer plano en la fotografía de la derrota, pero todo el equipo fue cómplice de su desgracia. La clasificación propone a veces mentiras manifiestas y el Leganés ya no tiene cara de pelear por la permanencia. El equipo madrileño ha tomado forma a las órdenes de Medhi Nafti. No aplastó al Zaragoza en La Romareda, pero le ganó todos los debates. Planteó un partido práctico, tenso y vivió feliz en su trinchera. El Leganés no fue un vendaval, pero sí una lluvia fina que enfrió cualquier opción de respuesta.
Anulado en la media, el Zaragoza no encontró otro recurso que el fútbol más directo. Buscó los atajos más simples del juego y Álvaro Giménez se entregó en batallas que ganó o perdió, pero que siempre luchó por su cuenta. Sus acompañantes, Nano Mesa o Bermejo, apenas intervinieron y el Leganés jugó con el reloj y su ventaja. Mostró oficio, leyó bien el juego y espero a que Gaku Shibasaki firmara la sentencia.
El Zaragoza de JIM perdió pronto la paciencia, jugó siempre a la desesperada, como si el partido se fuera a acabar al poco de haber empezado. Precipitado siempre, no hubo pistas de un equipo que ha sabido jugar contra el marcador. La receta fue entonces la pausa, pero ayer se entregó a las peores urgencias. Los cambios del segundo tiempo no modificaron tampoco el resultado. Hubo más intención pero muchos signos de impotencia, reflejados en un pelotazo de Francés hacia un cartel publicitario que Narváez calcó después cuando vio todo perdido. El equipo aragonés se frustró, no buscó la profundidad y llenó el área de centros sin veneno.
Sin necesidad de ensañarse, el Leganés le tomó una vez más la medida al Zaragoza. El equipo aragonés se quedó por primera vez inmóvil, como si su capacidad de recuperación no sirviera para noches como esta. Aceptó su derrota como una decepción, pero no como una tragedia. En un partido inoportuno, hecho a la medida de los más fieles, el Zaragoza de JIM perdió su racha y sigue vigente su deuda con La Romareda.