ZARAGOZA | El Real Zaragoza perdió ante el Cartagena (1-2) en un partido inexplicable, en un final tan triste como conocido. Puso todo de su parte para ganar, pero acabó vencido, arrinconado por la suerte, maldito en todos sus intentos. Lo probó hasta en veinte ocasiones pero su rival necesitó dos golpes para reinar, para que el fútbol le sonriera de la misma forma que le da la espalda al Zaragoza. A la tragedia le pusieron el acento Póveda y Fontán, mientras los intentos del Real Zaragoza se resumieron en Francés mejor que en nadie. La derrota es un golpe anímico, que hiere de muerte todas las aspiraciones del conjunto de Velázquez.
No hay muchas cosas que reprocharle al grupo, que puso toda la intención, pero que no supo encontrar casi nunca las redes. Inició el Real Zaragoza el partido a todo trapo. Quiso mandar en el juego y zarandear al rival desde el principio, sin medias tintas, como si su rostro fuera el de un equipo dominador, que quiso ganar desde el calentamiento. En 5 minutos bordeó el peligro y el remate, con Azón a un dedo del gol en dos ocasiones, blando en el paso definitivo.
La réplica del Cartagena fue clínica. Si el Zaragoza había hecho todo bien menos marcar, el equipo de Julián Calero le terminó mejor las frases y lo hizo en su primera oportunidad. Calero encontró el centro y Darío Poveda se elevó por encima de Santiago Mouriño, en un salto poderoso, en la foto del gol. El tanto no fue producto del juego, sino de un equipo en plena racha, que vive su momento más dulce, también cuando no hace casi nada por vencer.
El sistema mixto ha mejorado algunas cosas pero no ha corregido la defensa individual, donde un despiste condenó para siempre al Zaragoza. Lo siguió intentando el equipo de Velázquez, en un partido que se llenó de interrupciones. Le faltó cambio de ritmo, una solución en el pasillo interior, en un equipo lleno de intención, pero falto de improvisación.
Hubo márgenes por el carril izquierdo, con Mollejo iluminado, en plena efervescencia. Pero no llegó a encontrar el Zaragoza el remate, con Azón tibio e infantil en una prueba con la izquierda. Cundió el pánico pronto, las prisas le nublaron la vista a un equipo que estaba haciendo bien las cosas.
El Cartagena parecía cómodo en su rincón hasta que pudo correr en una contra. En el duelo, Jairo Izquierdo le clavó el codo a Mouriño y el árbitro, arrogante en la acción inicial, tuvo que revisar su error y expulsar al tinerfeño.
Segunda parte
El ritmo en la segunda mitad fue una perfecta continuación de lo que había sido la primera. La salida de Bakis espoleó al Zaragoza y el primer disparo de Maikel Mesa, que se quedó sin ángulo en su remate. La siguiente gran ocasión llegó después en el remate de Mollejo, que se topó con el vuelo perfecto, motorizado, de Raúl Lizoaín.
El equipo blanquillo llenó el partido de centros, de ocasiones, en un baile constante, en el que el Cartagena supo sufrir y aferrarse a su defensa. Todo estaba escrito de esa forma, hasta que llegó el remate de Francés, que pudo con todo, que creyó en el gol y en el remate como ningún otro. Lo marcó y todo parecía preparado para una remontada, para que los blanquillos se encontraran con el premio que esta vez sí buscaron y merecieron.
El partido estuvo en el rincón del Zaragoza, cercano al remate definitivo. El balón se paseó de un lado a otro y el equipo de Velázquez, confuso en su dibujo, jugó con el alma y el corazón en la mano. Pero negado ante el gol, nuevamente maldito por la fortuna.
Un embrujo le negaba la victoria al Zaragoza, también cuando Badía ponía las dosis de a, artífice de una nueva salvación. Su parada, de puro balonmano, pudo ser definitiva. Pero alguien sigue conspirando contra la suerte del Real Zaragoza. Volvió a intervenir Badía, pero nada pudo hacer ante el gol definitivo de José Fontán.
El embrujo acabó en derrota, en la historia más triste del mundo. El Zaragoza lo hizo todo para vencer, colmó el partido de oportunidades, de incontables ocasiones. Necesitó dos el Cartagena, al que el fútbol premió de manera generosa y excesiva. El bucle se hace infinito y el fútbol es para el Zaragoza una tragedia en vivo y en directo, que parece interminable.