Cuando uno tiene más de 50 inviernos en el DNI, ha crecido con la mano derecha en el pomo del cambio y el pie izquierdo ‘juega’ con el derecho en eso de encadenar embrague y acelerador, que te dejen un automático es un choque hasta cultural. Si encima es un Forester ecoHybrid tienes la sensación de que vas a entrar en otra dimensión. El concesionario Euro Motor Alcoraz es el origen de una aventura. Un Huesca-Cerler-Huesca para coser sensaciones. Si uno busca relación de par motor, potencia, cuestiones técnicas y demás, lo siento. Este no es su sitio (te dejamos este enlace). Aquí te describimos qué es esto de ponerte a los mando de un Subaru.
Lo primero que te llama la atención del Forester es que se trata de dos vehículos en uno. Me explico. La estética es importante. La de fuera y la de dentro. Todo es subjetivo. Te podrá gustar más o menos. Por dentro no hay discusión. Es como sentarte en un mirador. Tremendo. Lo ves todo. Y si te ‘pierdes’ por un lateral, allí está el coche para recordarte dónde debes centrar tu atención.
Mucho se dice sobre los coches japoneses. Si quieres tecnología aquí la tienes toda. Será por instrumentalización. Insisto. Cuando uno ha tenido coches de larga duración no se da cuenta de cómo ha avanzado la tecnología hasta que te montas en un SUV como este. Y si el tan defendido I+D+i es impresionante, cuando conduces un coche que está por encima de los 30.000 euros es tremendo. En el caso del Forester, además, el cuadro de mandos es discreto. Y esto es importante. No agobia. Sabes que está allí y que actuará cuando lo necesites. Caso práctico. La ayuda cuando aparcas es brutal. Puedes ajustar al milímetro que no pasará nada.
Si nos vamos a Cerler con un Forester automático ecoHybrid es porque son casi 180 kilómetros con todo tipo de carreteras. Y surge una duda. ¿Cómo será la respuesta por el congosto de Ventamillo y, sobre todo, el de Campo-Eriste? La respuesta en dos palabras: un lujo. La sensación de encadenar las curvas es de una absoluta armonía. Como si danzaras con el coche. Es una conducción coreógrafa. Gusta. Incluso más que su conducción por la autovía. Al final, ir por un asfalto de dos carriles no tiene nada de mágico. Es tragar kilómetros. Cómodo, sí. Pero nada más. Si te gusta conducir sabes que tanto una autovía como una autopista es aburrido, muy aburrido.
Pero cuando hay curvas suena el rock and roll. Y antes de entrar en ellas el Forester provoca dudas. Que sea automático, que sea un coche con kilos, que si será ágil, que si será alto y eso puede impresionar. Construido sobre la nueva plataforma global de Subaru, el Forester te disipa cualquier duda de forma automática (nunca mejor escrito). Es rápido, no se mueve un milímetro del trazado propuesto, acelera lo que le pides y de forma onírica –eso sí con los ojos abiertos- es como si bailaras.
Ponerte al volante de un automático te obliga a una cosa: el pie izquierdo no existe. Lo mejor es ‘echarlo’ atrás. Es cierto que la tentación es grande, como que la mano derecha se vaya al pomo cuando encadenas curvas. Solo en la ida. A la vuelta no. Hasta el pie izquierdo reposa de forma cómoda en el reposa pié. Y eso es porque la conducción se hace fácil, porque se trata de un coche cómodo.
Que el coche tiene potencia está más que claro. No necesitas meter mucho el pie para que el motor espabile y el velocímetro coja altura. Es un coche que pide buscar sendas, caminos con nieve, curvas y que no te cansa en carreteras cómodas. El Forester es uno de esos coches que te dan vidilla. Y, por cierto, estéticamente gusta. Aunque ya se sabe que en estas cuestiones hay todo un mundo de opiniones. También es cierta una cosa: cuando pruebas un automático, quizá no te guste tanto la mano derecha en el pomo del cambio. Pese a tener más de 50 inviernos en el DNI.