Gabi Fernández eligió un discurso valiente, directo y lleno de convencimiento en su presentación como entrenador del Zaragoza. Durante ese tiempo pareció un líder, una persona consciente de la realidad. A través de la palabra le ganó a los miedos y a las inseguridades, le ganó tiempo a la situación. Su llegada renueva esperanzas, limpia lo viciado del entorno y vuelve a impregnar el vestuario de zaragocismo, un sentimiento en declive dentro del mismo.
Gabi es un tipo inquieto que todavía busca su lugar en el mundo de los banquillos. El más inmediato le conduce al sitio que le vio renacer, al punto donde su carrera encontró un sentido. Zaragoza para él siempre fue el sitio de las primeras veces, donde confluyeron más alegrías que tristezas. Maño de nacimiento, a través de su hijo explicó que su conexión con la ciudad no es solo futbolística.
Gabi, un líder en la escena
Su capacidad comunicativa nunca pareció la de alguien que toca el fútbol profesional por primera vez. Desde Getafe las referencias ya fueron buenas en ese aspecto. Guille Puig, en una llamada para este medio, adelantó que “tiene una capacidad innata para llegar al jugador”. La realidad no dejó lugar a la duda: en 15 minutos demostró que puede entrar de inmediato en la cabeza de los futbolistas.
El carnet de entrenador de Gabi se encamina hacia los tres años. Es un técnico en ciernes, con un estilo indefinido y en construcción. Si su pizarra es difícil de dibujar todavía, lo compensa con carácter, conocimiento de la plaza y valor. Gabi llega a Zaragoza para salvar al club del peor momento de su historia, pero también para empezar a escribir su carrera como entrenador.