Así estoy, todavía a estas horas, rumiando, digiriendo, royéndome las entrañas porque me duele ver al Bada Huesca fuera de la final a ocho de Madrid.
Si está fuera seguramente es porque en el cómputo de los 120 minutos lo mereció. Los números ahí están y no mienten, pero me cuesta asumir que 10 minutos de bloqueo den al traste con algo que estaba tan cerca.
Sé que quienes más disgustados están son los jugadores, me consta, porque sé de buena tinta que no hay más exigentes con ellos que ellos mismos y que la eliminación es un palo duro, entre otras cosas, porque creo que merecían este premio, pero habrá que esperar a otro año.
Otras gestas llegarán: sin ir más lejos y sin tiempo para nada, llega Puerto Sagunto al Palacio de los Deportes y hay que apretar los dientes porque el objetivo europeo es posible e ilusionante, y porque Bada Huesca ha demostrado que sabe recuperarse de estos reveses que tiene el mundo del deporte.
Confieso que este me ha dolido, como me dolió y mucho aquella cruel eliminación en Gijón hace unos años, pero este deporte te da revancha y si no tuviera fe en estos chavales, no creería que lo mejor de la temporada está todavía por llegar.