Leo Messi, Ousmane Dembélé y Luis Suárez. O, de otra forma, el tridente del FC Barcelona. El temible ataque que debieron sujetar Miramón, Pulido, Etxeita y Luisinho y que, por la centralidad de los tres, también el resto de hombres de Leo Franco. En el Camp Nou, el Huesca tomó de partida a su rival como uno cualquiera; lo acosó arriba y se comportó atrás como en Ipurúa o San Mamés. Pero el Barça es otra cosa. Le tomó la matrícula e hizo sangre a partir de donde más sufren los azulgranas: la medular.
La delantera culé hizo el campo estrechísimo. Messi y Dembélé fijaban a Miramón y Luisinho; Moi Gómez y Gallar seguían las incorporaciones de Sergi Roberto y Jordi Alba, y Rakitic y Coutinho se mantenían más ampliados que lo que la posición de interior rige, por lo que Musto y Melero en ningún momento estaban lo suficientemente cerca de ambos para impedirles jugar. Todo ello quedando ‘Cucho’ y Longo como descolgados ante Piqué, Umtiti y Busquets. Un panorama de partido que podía causarle problemas a los de Valverde en la transición ofensiva azulgrana -como ocurrió- pero que tenía en el paso de los minutos el camino a la goleada blaugrana -que llegó-.
El Huesca mostró una tremenda personalidad con balón; tiene el talento suficiente como para salvar la categoría. Sale jugando desde atrás generando ventajas al mover tras tocar y fluye en tres cuartos de terreno gracias al dinamismo y desequilibrio de sus atacantes. Sorprendió al Barcelona e incluso a Messi, pero el argentino activó el triángulo Coutinho-Alba-Dembélé para que los locales apagaran el incendio inicial. Las pérdidas de balón en campo contrario y la mala colocación de la medular y la línea defensiva del Huesca propiciaron el resto de tantos encajados.
Al cuadro altoaragonés le está funcionando prácticamente a las mil maravillas el planteamiento de partida. Siempre se planta en la segunda mitad con opciones de victoria o incluso en ventaja, pero el desgaste físico que padece el centro del campo, dotado solamente de dos futbolistas, le acaba pasando factura. Es desde ahí desde donde el rival encuentra el camino al gol ante una zaga que todavía necesita de minutos para que se complemente como exige a élite. Lo aprovecharon Eibar y Athletic y lo mismo haría el Barça, porque Leo Franco no impidió que su equipo se terminase descosiendo.
Ser fiel a unos principios marca el buen camino pero es la adecuación a contextos que obligan de una ligera metamorfosis lo que lleva al cumplimiento del objetivo. Y es que no es lo mismo recibir 4 ó 5 que 8. En el fútbol no todo vale. Los puntos son los mismos -ninguno- pero el golpe mental y anímico se multiplica y el refuerzo positivo del jugador se resiente en la medida que ve balones entrar en su portería.