Fin de semana de puente parcialmente confinados y sin grandes planes para hacer. Se avecina el tiempo de acometer esas tareas de la casa para las que nunca encontramos el momento. Parece que le ha llegado el turno a la junta del grifo de la bañera que gotea hace más de un mes.
El primer impulso puede llevarnos a coger el rollo de teflón, o en su defecto de cinta aislante, y darle unas vueltecillas para taponar la pérdida. Fácil, rápido y a otra cosa.
La segunda posibilidad, la de ir a cerrar la llave de paso e intentar arreglar la avería, parece más farragosa, pero quizá más efectiva a largo plazo.
Haciendo un gran esfuerzo de imaginación y salvando las distancias, la situación anteriormente descrita se me asemeja en parte a los últimos minutos del partido de Granada.
¿Qué pudo pasar por la cabeza de Míchel al plantear los últimos cambios? Aparentemente el equipo tenía el partido controlado, y hasta el segundo gol, el Granada no había generado prácticamente ocasiones en el partido. El entrenador los ordena antes de producirse esa variación en el marcador. Con 1-3 en el luminoso y a 7 minutos del final, prácticamente no había fuga.
Si aplicamos el símil del bricolaje al partido, Gastón Silva podría haber sido la solución del teflón o la cinta aislante. En previsión de mayores fugas, taponamos, le damos unas vueltecitas y listo.
Pero Míchel, primer sabedor de la debilidad que en el juego aéreo muestran los suyos, y presumiblemente recordando la segunda parte de Pamplona, intentó amenazar al oponente y mantenerle lo más lejos posible de la propia área para evitar que éste comenzase a colgar balones. Decidió pues, ir a cerrar la llave de paso para después intentar apretar las juntas donde se producía la pequeña fuga. Pero no le dio tiempo. En lo que salió del baño y se calzó para bajar al garaje, el grifo ya no goteaba. El agua salía a chorro. Ya era tarde para todo.
A toro pasado y visto el resultado, seguro que ahora todos habríamos puesto un central más, o dos… o siete incluso. Pero, ¿acaso eso nos habría garantizado el éxito? O quizá los mismos que ahora reclamamos esos cambios, si el entrenador finalmente los hubiese hecho y tampoco hubiéramos ganado… ¿no le achacaríamos haber echado al equipo atrás y no haber aprendido nada del partido de Osasuna?
Pienso que al final, los que padecemos averías domésticas lo que queremos es que se solucionen. Nos da igual si se usa el teflón, la llave inglesa o la herramienta que el profesional en cuestión decida utilizar. Extrapolándolo a lo futbolístico, creo que lo único que quiere el aficionado es que el equipo gane. Y hasta el momento eso ha estado cerca de pasar muchas veces, demasiadas. Pero desafortunadamente por unas razones u otras, no pasa.
Mucho me temo, que como el grifo continúe goteando, mi mujer acabe llamando a otro fontanero.
Pablo Pueyo Canalís