La SD Huesca pagó cara su temeridad tras adelantarse en el marcador ante un Zaragoza al que Agné dotó de valentía para terminar rehaciéndose.
De nuevo el 5-3-2 pero, en esta ocasión, de muchas posibilidades. El estado del verde le impedía al balón ser protagonista, por lo que Anquela optó, como en Tarragona, por protegerse. Sin embargo, que no se pudiese jugar apoyaba su decisión y el Huesca lo utilizó para ser mejor. Tres ‘stoppers’ atrás, la importancia de una centradísima posición de Brezancic (carrilero izquierdo) y lo amplio y profundo que se mostró Akapo por donde siempre caía y bien un Camacho que gusta y se gusta en situaciones como la de anoche.
Un Huesca mucho más incisivo que su rival, vencedor de las disputas y que se hacía con las segundas jugadas. Un Zaragoza, por el contrario, superado atrás e incómodo en general ante un equipo, el azulgrana, enchufado al máximo y soportado por figuras como las del propio capitán. Brezancic apoyó y mucho a Aguilera, lo que supuso que Melero y Sastre (impreciso y a menor ritmo) actuaran de forma más liberada, y Borja Lázaro superaba en todo lo que quería y tocaba. Una real bendición; sólo faltó el gol.
Si los atacantes locales gozaban de una corriente más que optimista, Ángel pasaba por lo inverso: se encontraba solitario en la isla que comandaban los tres zagueros azulgranas. Pero el contexto cambió cuando Camacho dejó de actuar. Tras ponerse por delante, el Huesca se echó atrás por temor a perder lo conseguido y, tras las tablas zaragocistas, Vinícius Araújo (en el 64′ por Camacho) pasó a apoyar a Lázaro arriba. La salida de Juanjo Camacho fue la disolución de un Huesca que se ahogó en su propio charco. Y cuando peor resultaban las condiciones, Samu Sáiz (en el 70′ por Sastre) hacía acto de presencia para resolver un entuerto que, sin el capitán, no tenía remedio.
El talento y el buen hacer con el esférico eran inútiles para un césped que no quería el balón. Ahí faltó Ferreiro por dentro. Sí, como en Tarragona. Porque, justo después, el Huesca sucumbió. Anquela regresó al habitual 4-2-3-1 con la entrada de Alexander González (en el 75′ por Jair), pasando Vinícius a la izquierda, en una sustitución inentendible, pues Jair era el único central que por velocidad, envergadura y anticipación no podía retirarse. Agné ya había sido valiente y apostó cuando su equipo peor lo estaba pasando. La zaga azulgrana quedó igualada frente a la dupla Ángel-Dongou, asistida por la movilidad y el olfato de Xumetra, y todo se volvió insostenible.
Ahí el Zaragoza pasó a controlar el partido; nada podía hacerle daño. Alexander terminó por maquillar una derrota dura y dolorosa a la par que inmerecida, producida por tres zarpazos de un león que despertó a tiempo tras haber sido herido y al que el Huesca dio por muerto. Toca volver a empezar.
Lo de quitar a Jair y dejar al 21 (encima deja dos centrales diestros) es para meter a Anquela en el autobús de los Ligallos y decirle que no pare hasta Jaén.
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