Quién se iba a imaginar que, para lograr competir en la élite tras una primera vuelta tan sumamente complicada, la SD Huesca prescindiría de Juan Aguilera o Damián Musto. Más allá de cómo se estructura su línea defensiva, Francisco no ha necesitado de ninguno de los dos para impedir que su equipo se partiera. El hecho de no jugar con un mediocentro posicional ha obligado a que futbolistas que no poseen esa naturaleza hayan crecido en lo mental y demostrado un sacrificio y disciplina asombrosos.
Todo gracias, también, a la confianza que el técnico almeriense ha depositado en ellos, en esos locos bajitos tan capaces de sostener una medular sin balón como de forzar al rival a irlos a buscar para recuperarlo; esos tan calificados para lanzar un rápido contragolpe con precisión como de domar el cuero para asentar a los suyos en terreno rival. Los Yangel, Juanpi, Moi Gómez -segundo azulgrana que más balones recupera con 179- o Gallar, este en menor medida, han tomado un protagonismo a priori inusual sustentados en la mayoría de ocasiones por un Rivera pletórico.
El centrocampista gijonés se ha asentado como el mediocentro titular de un Huesca afincado en ese 5-3-2 que tan buen resultado le está dando actualmente. Sí que ostenta una gran envergadura pero no responde al prototipo clásico de mediocentro. Gracias a sus posibilidades con el esférico, el conjunto oscense ha podido tener criterio en encuentros en los que el rival le empujaba a situarse en un bloque bajo -y, por tanto, replegado-, y sus compañeros en los interiores han permitido que los de Francisco ganasen metros por pura calidad.
Moi Gómez, el epicentro de la victoria
Con la efectiva arma del balón largo para Enric Gallego, oro para un conjunto que no siempre puede defender lejos de su portería, el centro del campo resulta clave para darle continuidad a los precisos toques del badalonés y tiempo, cuyo dominio es vital para las incorporaciones de los carrileros y aumenta las probabilidades de un inminente ataque certero.
El que impera en esta circunstancia no es otro que Moi Gómez. Es quien más pases acumula (949), el jugador de campo que más da tanto en corto (809) como en largo (139) y el que acarrea más asistencias de gol (4). Capaz de calmar la presión del rival, el alicantino supera en conducción -el regate más agresivo de todos-, genera productivas asociaciones y rompe líneas siempre pensando en ir hacia delante. Un excelente rendimiento y origen de una presenciva ofensiva que se antojaba compleja hace no tantas jornadas.
Francisco, consciente de lo tremendamente bien que defiende su equipo – sobre todo el área- y de la inteligencia de sus carrileros, se atrevió a dar un pasito más: jugar con el centro del campo perfecto para ganar partidos; para ofrecer garantías en ataque a un conjunto preparadísimo para no tener el cuero y capacitado para poseerlo y dañar con él.