Panticosa luce en todo su esplendor. Una estación que ofrece un sinfín de posibilidades. Vista como un centro invernal familiar, marcado para muchos como un esquí sin grandes pretensiones, vive con un marco difícil de encontrar otro igual. Ni todas las estaciones se levantan cosidas a un pueblo de piedra y pizarra, ni todas las estaciones tienen un lago tan bello como se intuye el de Asnos tapado por un manto blanco, ni mires por donde mires aparece un Pirineo tan salvaje y vertical como cercano.
De Panticosa se pueden decir muchas cosas fuera de su marco. Hay quien apunta a cierta facilidad de sus pistas, hay quienes defienden que los grandes descensos tiene por ‘castigo’ el enlace de al menos tres ‘tiovivos’. Y quizá estén en lo cierto. Como también lo es que si buscas un esquí donde se combinen la tranquilidad sobre las tablas, el ‘slow’, con la exigencia, aunque suene a oximorón, tiene en esta estación del Valle de Tena la plena seguridad de que lo va a encontrar.
El esquí es un deporte abierto. Lo importante es vivirlo, mascarlo con la seguridad de que arranques la jornada con una sonrisa y termines con la misma felicidad y en tu app se acumulen los metros de desnivel, que tus piernas pesen y que sepas que el día puede acabar reponiendo fuerzas en uno de esos locales del pueblo donde la brasa es brasa y lo haces al resguardo de paredes de piedra y tejados de pizarra.
Sigue siendo la Valle de Tena y su conexión con el pueblo gracias a la pista Estrimal un descenso único. Solo por ello vale la pena conocer la estación tensina. Una pala fuerte y exigente, que con buena nieve facilita mucho las cosas, te hace abrir la mañana con fuerza. Antes, has podido calentar por alguna otra pista e incluso aprovechar estos días de intensa luz para acercarte al mirador donde te deja la silla Javier Escartín que te deposita en el pico Cuartelé, a 2.220 metros de altitud. La vista es sensacional. Y desde allí un descenso hasta los 1.145 metros donde se levanta el pueblo.
Pistas ‘escondidas’
Pero Panticosa es más que la pista Valle de Tena. Escondidas surgen dos de esos descensos que aprietan la jornada sobre los esquís o sobre la tabla. La pala Petrosos, Mazaranuala y su bifurcación a Zorros son tres pistas delicatesen; pura vida cuando están abiertas. Pistas que te llevan a la base de la estación gracias a ese descenso por Estrimal, complicado cuando llevas en tus piernas metros de desnivel y acumulas pistas encadenadas sin descanso. Y con ellas, conviven los fueras pistas. Territorio amplio que sirve para despojar la idea de estación sencilla. Pero eso es otra cosa. Incluso inconveniente cuando el nivel de disfrute descansa en encadenar desccensos sin más pretensión que el de pasar un buen día. Eso sí, si quieres rock and roll del bueno, lo tienes. Su territorio fuera de la estación es tan amplio como uno quiera.
De Panticosa siempre te vas con esa sensación de que las posibilidades de ampliación ofrecería una inmensa paleta de posibilidades. Pero sin duda eso es otra historia que está aún por definir, no por dibujar. Hay creyentes en esa idea de que el coqueto centro invernal tensino tiene por delante un océano de posibilidades.