Cada uno de los puertos de la Quebrantahuesos tiene su propia historia. También sus propias características. Realmente no hay dos iguales. Ni el Somport se parece al Portalet, ni el Marie Blanque a Hoz. Cada participante tiene sus propias fobias, y estas se reparten básicamente entre los dos puertos franceses y el muro de Hoz. Pero después de muchos años de compartir impresiones con los participantes uno llega a la conclusión de que una gran mayoría tienen al paso fronterizo del Portalet como su ogro particular.
Mi amplia experiencia personal también me hace verlo de la misma manera. Y es que el Portalet se erige como la prueba de fuego de la marcha altoaragonesa. Es el juez, es quien acaba escribiendo tu tiempo en el diploma, y es a la vez el que decide como de maltratado queda tu cuerpo al término de la prueba. En sus interminables laderas se han vivido auténticas penurias, auténticos dramas de la extenuación. Lo mismo da que sea un año de frío, lluvia y viento, quizá al año siguiente el Portalet se convierta en un horno que asa a todo quien osa cruzarlo.
El Portalet
Pasando a desgranar a este puerto vemos que su principal característica está en su longitud. No es fácil encontrar en Europa puertos de esta longitud, menos en el Pirineo. Como puede verse en su altimetría llaman la atención sus 29 kilómetros. Obviamente tal kilometraje hace que bastantes de sus kilómetros sean de un porcentaje relativamente bajo. No hay rampas extremadamente duras, ni kilómetros con una media superior al 8%. Además cuenta con algún pequeño tramo de llano.
Tiene su inicio en Laruns, junto a todo un coloso del Tour como es el Aubisque. La primera parte es suave hasta bien pasado Eaux Chaudes para después afrontar dos de los kilómetros más exigentes del puerto. Primer punto de sufrimiento especialmente en años de calor excesivo. Se vuelve a recuperar el aliento hasta alcanzar Gabas, en cuya salida comenzamos otra de las zonas más duras del puerto. Así hasta llegar a la presa de Artouste. Este precioso enclave regala dos kilómetros llanos que servirán para recomponer el físico ante lo que le espera. Y lo que le espera no es sino una ascensión final sin descanso hasta la cumbre.
No es que la pendiente sea excesiva pero son ya muchos kilómetros de puerto y se nota. Al principio esta zona es suave pero al llegar a la zona de las viseras el Portalet golpea con puño de hierro. Y no tiene piedad. Culpa de ello la tienen las largas tiradas sobre el 7% que sirven para castigar aún más las piernas. Se hace largo por lo que el ciclista tiene mucho tiempo para pensar en las fuerzas que podía haber ahorrado en la salida o en las pendientes del Marie Blanque. Ahora vendrían bien, pero ya no están, y ya no volverán. Lo mejor es no pensar mucho y sí disfrutar de un entorno privilegiado, el del Parque Nacional de los Pirineos. Sólo así se llega a los 1.794 metros de altitud, y sólo así se superan los casi 1.300 metros de desnivel acumulado de este paso fronterizo, el juez de la Quebrantahuesos. Suerte.