ZARAGOZA | En un curso torcido, plagado de grandes decepciones, Sinan Bakis figura como la mayor de todas ellas. El delantero era la gran apuesta, el nombre de todos los goles durante el verano. Ahora, con solo 11 partidos para cerrar el curso, acumula 825 minutos de juego sin haber marcado un solo gol. El fracaso hasta esta fecha no es un caso aislado, sino una maldición ya recurrente. En ella se incluyen los nombres de Álex Alegría, Haris Vuckic, Toro Fernández, Sabin Merino o Pape Gueye.
El caso de Sinan Bakis es especialmente doloroso. Los 12 goles que marcó en el curso pasado parecían una apuesta segura. Por mucho que solo hubiera alcanzado esa cifra en otra ocasión en toda su carrera, nunca se estimó que el futbolista pudiera ser flor de una única temporada. Juan Carlos Cordero creía estar fichando a una certeza, a un jugador en plena madurez. El director deportivo le entregó el salario más alto de la plantilla y un contrato de tres años.
Sinan Bakis y una sombra en forma de lesión
El club desoyó algunas pistas que llegaron antes de su fichaje. Sinan Bakis no jugó los últimos partidos del curso pasado, afectado por unas molestias en la rodilla. Una cláusula de renovación automática por partidos jugados provocó algunos rumores desde Andorra. Se llegó a especular que el jugador no quería forzar su articulación para facilitar su llegada al Real Zaragoza. Nada más lejos de la realidad. Las molestias en su rodilla proceden de una lesión anterior y el futbolista, ya en Zaragoza, dejó muchas dudas en el reconocimiento médico previo a su presentación.
Pese a esas sospechas, es justo decir que los mejores minutos de Sinan Bakis con el Real Zaragoza llegaron en los primeros partidos del curso y en la pretemporada. Incapaz de marcar en sus primeras oportunidades, los goles que no marcaba empezaron a pesarle. Un tiempo después, las lesiones condicionaron su temporada para siempre.
Las molestias fueron irreversibles ya en noviembre, cuando el futbolista tuvo que parar durante tres meses, con la pausa invernal de por medio. Su parte médico decía mucho y nada al mismo tiempo: la afectación del delantero era una meniscopatía, una terminología que puede utilizarse para las dolencias más simples y las lesiones más severas del cartílago. Le costó un mundo regresar de esa lesión y solo disputó 56 minutos hasta volver a parar, en este caso por una dolencia muscular.
Regreso ante el Espanyol
Frente al Espanyol volvió a la titularidad y su imagen fue preocupante. Pareció un jugador torpe, desubicado, capaz de regatearse a sí mismo. Lento en todas sus acciones, no mejoró el juego colectivo ni supo resolver por la vía individual. Su única huella en el partido llegó en un remate acrobático, que bordeó el gol. Los murmullos precedieron a su salida del campo y, si hubo pitos para el jugador, no solo iban dirigidos a él, sino a una maldición que afecta a los nueves que llegan a Zaragoza.
Bakis enciende las alarmas de un equipo triste en el área rival, capaz de marcar solo a través de su segunda línea. La preocupación se centra en el futbolista mejor pagado, en el dueño de todos los goles que no han entrado. Una idea explica esos temores: Bakis parece hoy un futbolista mucho peor del que era a su llegada. Se cree además que el estado de su rodilla sigue admitiendo algunas sospechas. A cambio, el remate ante el Espanyol, su trabajo en la sombra y los goles que marca a puerta cerrada admiten algunas esperanzas.
Pero su suerte, como la de todos los delanteros, se despeja en una palabra de tres letras. Solo el gol podrá resolver su expediente.