La SD Huesca consumó anoche su ascenso a Segunda División. Cuando el árbitro señaló el final los jugadores estallaron de alegría y los aficionados invadieron el terreno de juego para celebrarlo con sus héroes. Una comunión futbolistas-afición digna de una maravillosa hermandad que llevó en volandas a toda una ciudad que celebró como se merecía la gran gesta conseguida.
La plantilla celebra el ascenso en el balcón del casino ante su afición. / Foto: Cordón PressEn familia. Toda celebración sabe mejor con los tuyos, en familia. Llegábamos al estadio y en los aledaños de El Alcoraz se palpaba ese ambiente festivo donde uno era consciente de lo que se podía lograr. No estábamos nerviosos, sino inquietos e ilusionados. La SD Huesca estaba ante la gran final. Ascender o no a Segunda División.
Los jugadores eran recibidos en la salida al calentamiento previo al partido con una gran ovación. La afición estaba con los suyos. Estábamos con los nuestros. El partido no iba a ser fácil y habría que darlo todo durante los 90 minutos de juego. El rival, Huracán Valencia, sabedor de sus posibilidades, no daría un balón por perdido. Cada disputa, cada acción. Matando por cada balón. El ex azulgrana Tariq sería verdugo de su propio pasado. Fue quien más lo intentó. Las tuvo con Manolo, con Álex, con Carlos David. Quiso reivindicar su potencial en un escenario ideal, pero ayer la gloria tenía dueño y de manos no iba a cambiar.
Once de gala, el de prácticamente toda la temporada. Los catorce jugadores que participaron han sido los más utilizados por Tevenet. Y cada uno de ellos merece un breve homenaje: las manos de Dani Jiménez, la velocidad de Aythami, la fuerza de Carlos David, la juventud y el descaro de Álex García y el correcaminos David Morillas. La contundencia de Íñigo Ros, los tentáculos de Manolo y el talento de Fran Mérida. El desequilibro de José Gaspar, la habilidad de Josan y la magia de Tyronne. La capitanía de Camacho, la lucha de Esnáider y los goles de David Mainz. Sin olvidarme de Zaparaín ni de Fabián. De Antonio y de Lucas Elbaile. De Gassama y de Chus Sosa. Tampoco del jefe de la zaga, Chicho Scardina, de Rojas, que se perdió el encuentro por lesión, ni de Pablo Pallarés. Porque gracias a todos y cada uno de ellos Huesca vuelve a ser de Segunda. Gracias, equipo. Miles de gracias.
La adrenalina se apoderaba del cuerpo de casi 6000 almas. Saltamos de entusiasmo con el tanto de Tyronne y lloramos de emoción con el gol de David Mainz. Era el 2-0 y el ascenso lo rozábamos todos con la punta de los dedos. Los minutos hasta el final se hicieron eternos. Pudo caer alguno más. Lo único que queríamos era que acabara, que el colegiado pitara el final. Estábamos ansiosos, muy nerviosos. Los cánticos crecían y se acumulaban en la grada, deseosos de poder gritar aquello de “a Segunda, oé” veces y más veces, siendo ya de plata y con la hazaña en nuestras manos.
Y así fue. Se acabó. El Alcoraz se derrumbó. Bajamos a celebrarlo al césped, al escenario de nuestros gladiadores. Cuantísima felicidad. La más pura que existe. Palabras, abrazos, fotos y más fotos, con jugadores, con el cuerpo técnico e incluso con demás aficionados. Algún que otro vídeo y todos entonando el himno. La fiesta siguió en la Plaza Navarra, donde los jugadores se mostraron en el balcón del Casino y los aficionados azulgranas coreaban sus nombres y gritaban gran cantidad de cánticos a los que los futbolistas se unían. Qué gran comunión. Algo maravilloso. El jolgorio crecía y ni un ápice de tranquilidad se daba lugar en aquella tan agradable estancia. Todos unidos por un mismo sentimiento. Lo que une sentir pasión por algo. Lo que une el deporte. Lo que une… el fútbol. Fue un festival, fue nuestra gran noche.
Escribo estas líneas unas horas después. Recordando los momentos que vivimos y volviendo a emocionarme. Creo que no somos conscientes de lo que hemos conseguido, pues el camino ha sido largo y costoso y todo esfuerzo tiene su recompensa. Una grandísima temporada, con la eliminatoria de Copa ante el Barcelona, con el liderato de la Liga y la conquista del campeonato y, ahora, el ascenso. Vivámoslo y celebrémoslo como la ocasión merece. La SD Huesca, nuestro Huesca, jugará en Segunda División tras dos años de larga senda y sequía por el desierto. Huesca, esa pequeña gran ciudad que vuelve a sonar en el epicentro futbolístico estatal.
No podría acabar este artículo que redacto con la mayor de las sonrisas de mejor manera que diciendo: “¡¡¡Aúpa el Huesca!!!“. Fieles, siempre, sin reblar.
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