ZARAGOZA | La derrota del Real Zaragoza ante el Elche ha dejado a Fran Escribá más debilitado que nunca. Su lectura en rueda de prensa, la más sesgada y engañosa que se le recuerda, tampoco le deja en buen lugar. Refleja una distorsión de la realidad, de lo que realmente ocurrió sobre el césped. Esa interpretación parece común entre los entrenadores que están discutidos. Y hoy, en el día después de su derrota, resulta complicado no tomar el camino más corto y elegir su destitución. Escribá, por su parte, siente el respaldo de sus superiores y piensa que la próxima victoria, esa que no ha llegado en las últimas seis tentativas, cambiará la suerte definitivamente.
La imagen del equipo en El Martínez Valero no admite paliativos. El Zaragoza jugó a no perder y, como era lógico, acabó perdiendo. Antes de que Tete Morente y Óscar Plano marcaran los tantos del Elche, Alejandro Francés ya había ejecutado dos cortes salvadores, en acciones con valor de gol. Ahí, en ese punto exacto de la historia, el Zaragoza estaba empezando a perder.
Escribá no supo corregir los defectos del equipo entonces, vencido en el fútbol y en las ideas por Sebastian Beccacece. Si en la previa no consideró el encuentro como un partido clave, su equipo tampoco lo hizo sobre el césped. Pareció un grupo frío y calculador, más pendiente esta vez de los detalles que del juego. Pálido desde el primer golpe -en el que reclamó una falta sobre Borge- el Elche cerró el marcador en un suspiro. Solo Bermejo, condenado ya por muchos, asomó en busca de la reacción.
Todo indica que el Real Zaragoza no moverá ficha en las próximas horas. Raúl Sanllehí ya mantuvo a Juan Carlos Carcedo más de lo esperado en el curso pasado y la experiencia y los resultados al inicio de curso de Escribá juegan todavía a su favor. También hay un detalle coyuntural que le sonríe: el equipo está inmerso en una concentración en tierras valencianas hasta jugar frente al Atzeneta. Su destitución, con partido entre semana y el duelo frente al Huesca en el horizonte, no parece especialmente oportuna. Quizá por ese motivo, todo indica que su puesto se decidirá en La Romareda, ante el más incómodo de todos sus vecinos.
La Copa del Rey le ofrece a Escribá una prórroga, en lo que parece ya un guiño de la suerte, una sonrisa del viento. Sin que se le pueda defender desde el fútbol, los plazos y el azar favorecen al técnico. Más allá de esa conjetura, también él mismo debe ser consciente de lo que ya es una certeza. Escribá camina sobre el alambre.