ZARAGOZA | El paso de Fran Escribá por el banquillo del Real Zaragoza será recordado por algunas de las frases que ha dejado ante el micrófono. Dueño de un discurso pausado y analítico, su verbo se ha transformado en determinadas situaciones, hasta parecer mucho más áspero que amable. Hay quien cree que se ha desgastado en su tránsito, que le ha perdido fe al proyecto del Zaragoza. Como si sospechara que puede dejar de ser parte de él más pronto que tarde.
Sincero hasta el extremo, ha traicionado alguna de las leyes no escritas que rigen este juego. Sus mensajes han tenido distintos destinatarios: institución, vestuario y aficionados. También ha sido crítico con su labor, aunque parece más propenso a señalar a los demás que a sí mismo.
Declaración de intenciones
Su primera intervención llamativa no tardó en llegar y se produjo tras la eliminación copera ante el Diocesano:
“Los jugadores están como tienen que estar: dolidos y avergonzados. Lo único que me apetece es volver a casa y ponerme a trabajar. No me apetecer ver a nadie y quiero que los jugadores tengan esa misma sensación de vergüenza, de saber que hemos hecho mal las cosas.”
Fran Escribá, sobre Pape Gueye
El preparador valenciano le puso voz a uno de los temas más sensibles de la temporada, a Pape Gueye, la gran decepción. Su discurso inicial estuvo lleno de buenas intenciones:
“Estoy seguro de que Pape Gueye tiene una versión buena que no se ha visto aquí. Pido paciencia con él. Pape Gueye necesita cariño y yo se lo voy a dar.”
La relación entre el senegalés y la grada ha tenido varios capítulos. En uno de ellos, el técnico confesó que había descartado su entrada para evitar la burla de La Romareda:
“Si hubiéramos jugado fuera de casa, habría sacado a Pape Gueye. Pero su entrada genera un runrún en el ambiente que no beneficia a nadie.”
En el último de los episodios, tras el duelo ante el Albacete, agradeció públicamente el apoyo del estadio a Gueye, voluntarioso en el partido, pero tan negado como siempre.
Fran Escribá y el peso de las derrotas
Las derrotas siempre son el trago más amargo de este juego y el técnico mostró su peor perfil tras la goleada encajada en Málaga:
“Nosotros no competimos. No siempre se trata de jugar mejor, sino de competir y nosotros no lo hicimos. Me voy con la sensación de que no chocamos ni una vez”. En su siguiente respuesta, profundizó en su tesis más severa: “El primer culpable es el entrenador: he sacado 16 jugadores y solo han chocado unos cuantos. A lo mejor tengo que elegir a los 11 que mejor compitan y no a los 11 que mejor jueguen.”
Los defectos de su plantilla
El técnico heredó un grupo planificado en verano, descompensado, con defectos visibles para todo el mundo. Antes del mercado invernal, esperó una reestructuración para dar su veredicto:
“Somos un equipo que no va a ganar fácil ningún partido. Me preocuparé cuando se cierre el mercado y haré balance de lo que somos. Pensaré lo que somos y para lo que estamos.”
Tres meses después, tras empatar frente al Burgos en su estadio, utilizó una estructura similar para definir a su plantilla:
“La calidad es la que es.”
Valentín Vada y la crítica más reciente
El último capítulo de la discordia llegó tras el empate del pasado viernes frente al Levante. Escribá quiso cambiar el plan del partido a través de Vada, que saltó al campo con un vendaje en el muslo. El técnico desconocía sus molestias y el jugador tuvo que retirarse a los pocos minutos de saltar al césped. La última cita de Escribá parece el resumen perfecto de una hemeroteca que muestra sus defectos y virtudes:
“La lesión de Vada parece una contractura en el abductor, pero me fastidia ver que un jugador sale con una venda, porque esa información yo no la tenía. Es un error nuestro. Lo he visto cuando ya salía. Si lo llego a ver antes, no lo saco. Tenía otros jugadores y compañeros que podían haber salido. Es un error grave y no va a volver a ocurrir.”