En el minuto 2:16 de partido, Francho Serrano recogió un rechace en el área. En tres toques despejó la ecuación. Controló, orientó y golpeó. Tras salvar un mar de piernas, el balón entró suave, como un pase a la red. Serrano necesitó dos segundos para cantar el gol más simbólico de su carrera. Zaragocista y zaragozano, siempre pareció un jugador ejemplar. Y que su mejor partido llegara ante el rival más especial del curso tampoco parece casual. Francho Serrano tiene ángel, un lugar reservado en los momentos más importantes.
El canterano celebró feliz y gesticuló entre sonrisas. Le acompañó Giuliano Simeone, uno de sus cómplices en el vestuario. Se llevó la mano al mentón, como si pensara o meditara su respuesta. Fue una de esas dedicatorias que se ensayan entre risas y que siendo premeditadas parecen siempre espontáneas. Un gol propio, que también fue para otros. Después hizo un gesto muy suyo con los índices. Es su forma de imitar a un zorro, una de sus marcas registradas.
El gol le define y lo hace en la ejecución y en el festejo. Francho Serrano ha entendido que una parte clave de su evolución pasa por pisar el área, por probar el remate, por asumir todas las responsabilidades. Piensa rápido y ejecuta a la misma velocidad, como si en su fútbol todas las reflexiones se hicieran a cámara rápida. Su regate no se hace con los pies, sino con la cabeza. En la celebración también hubo emoción e identidad zaragocista. Y un detalle que le define: decidió compartir con otros un gol que pudo haber sido solo suyo.
Francho Serrano, el Zaragoza de hoy y la ilusión del mañana
La adaptación de Serrano al primer equipo ha sido una prueba de su inteligencia. Posicional en sus años de formación, entendió pronto que su fútbol en el primer equipo se tendría que construir a la carrera. Cambió su cuerpo, modificó su juego y dinamizó los partidos. Si antes era el centinela del grupo ahora es un ciempiés, un jugador con mil kilómetros en sus piernas.
La llegada de Fran Escribá le ha situado, de nuevo, entre los jugadores más importantes del grupo. Gris en pretemporada y en el inicio del curso, desde el duelo ante el Ibiza ha recuperado todo su fútbol. Frente a la SD Huesca brilló cerca de Alberto Zapater, al que siempre ha admirado en secreto. Serrano intuye que algún día llevará el brazalete del ejeano y mientras tanto escucha todos sus secretos: Zapater le ofrece las lecciones del fútbol de siempre.
Ante el enemigo más íntimo, Serrano preparó la mejor obra del curso. Después celebró con las dedos sobre su escudo. Quizá porque, sin saberlo, es el modelo silencioso de una nueva generación de zaragocistas: jóvenes, incondicionales y sin grandes éxitos en su memoria. El canterano representa a una camada llena de hambre de gloria y de fútbol. A los tres minutos, Francho Serrano mostró que su juego se explica mejor en las grandes citas.