El Real Zaragoza cerró el año con una derrota justa y transparente ante el Tenerife. Una semana después de que el Almería le sometiera en el juego y sus variantes, el equipo de Ramis alcanzó casi el mismo desenlace. Hay una inmensa distancia competitiva entre el Real Zaragoza y los aspirantes al ascenso. A veces es un juego al despiste y otras un quiero y no puedo. Pero es una verdad que casi siempre acaba cayendo por su propio peso. Mientras el equipo de JIM se entusiasmaba con su inicio, el de Ramis cargaba de veneno todos sus anzuelos. El Tenerife esperó su momento y pilló desprevenido al Zaragoza en una transición. Todo el mundo reculó y Elady Zorrilla definió con el recurso más viejo de este juego. De puntera, sin artificios, logró cantar un gol que fue definitivo.
No hubo reacción en un Zaragoza que creyó en el valor emocional más que en un patrón de juego. Sin ritmo en sus refrescos, el equipo aragonés se desnortó en la primera media hora de juego. Valentín Vada se perdió en la media y Narváez no se encuentra en ningún lugar de la delantera. Tampoco Nano Mesa ha recuperado la sonrisa después de su episodio muscular. Mientras, JIM sigue diseñando un plan que no se entiende para Borja Sainz. Ahora mismo, no hay un jugador tan desequilibrante como él. Pero el técnico se empeña en considerarle como un mero complemento.
El Zaragoza, sin recursos en el juego
Si el primer gol nubló al Zaragoza, el segundo le heló por completo. Alex Corredera gobernó el juego y Shashoua culebreó en la zona del enganche. Con tiempo y espacio para correr, el Tenerife proyectó el balón de un costado a otro. En el segundo palo, Mollejo voló, mientras Chavarría hizo un amago de salto. El extremo, hiperactivo mientras estuvo en el césped, ganó el pulso en el cielo. Ya entonces lo perdió todo el Zaragoza, que solo encontró inconformismo en el regate de Borja Sainz.
En el segundo tiempo, el vasco asumió que el partido debía haber sido suyo. Pidió el balón, se acostó en los dos perfiles y dribló todo lo que pudo. Era una intención romántica y un signo de rebeldía, pero el Tenerife se empeñó en despejar todo lo que había en su área. El partido mostró la realidad de un equipo que se pierde con frecuencia. JIM pide ADN para un grupo que no repite un plan ni ante los poderosos ni ante los más corrientes.
Ganó el Tenerife, dueño del juego y del ataque, poderoso en el matiz que decide los encuentros. Perdió el Zaragoza, que llenó el área de centros y no de remates, incapaz de desafiar a la lógica o a las reglas no escritas de este juego. Un día más, se perdió en la niebla y se heló en el juego.