ZARAGOZA | Gaëtan Poussin quedó marcado en El Molinón por un error sin demasiados precedentes. La acción mezcló el dolor y la comedia, el asombro y la tragedia. Antes de un saque, Poussin dejó en el césped un balón que Insua hizo suyo. No había mirado a su espalda, no había revisado los peligros que hay en todas las jugadas. La respuesta al error fue desoladora. Quiso esconderse bajo su camiseta, desaparecer del mapa, como si se sintiera ya maldito. El fallo fue tan llamativo y singular que pronto algunos aficionados pasaron del enfado a la lástima.
Poussin había firmado un buen partido hasta entonces. Sobrio por alto y ágil por bajo, se había recuperado de los dos errores que marcaron su estreno. En ese momento, cuando el Sporting apuraba los últimos segundos del partido y el Zaragoza se veía vencedor, Poussin arruinó el relato. El equipo se había encontrado hasta entonces, con el dibujo que toda la afición quiere ver siempre y que Escribá solo ha elegido a cuentagotas.
Marcaron Maikel Mesa y Azón y el equipo se preparó para cantar una victoria de prestigio. Allí, en ese fragmento, en el momento exacto en el que todo parecía hecho, a Poussin le persiguió la fatalidad. No miró hacia otro lado y el fútbol le devolvió la mayor cruz de su carrera. Y existe la sospecha de que será casi imposible que se puede recuperar de una derrota como esa.
Gaëtan Poussin, la condena de la suerte
El portero francés ha sido el relevo de Cristian Álvarez y esa es casi la tarea más compleja que se puede tener en este Real Zaragoza. El argentino descansa en el lugar en el que duermen los ídolos. Nadie podrá sustituir al portero rosarino, capaz de guardar los sueños como Albert Camus le pedía a todos los arqueros. Ocurre que Cristian es especial hasta en sus lesiones y siempre le concede al menos un par de oportunidades a sus suplentes a lo largo de las temporadas. Poussin llegó para eso, pero ha fallado en su primera oportunidad.
Largo, ágil bajo palos y con personalidad en el juego aéreo, sus errores se explican desde los nervios, en las nociones más básicas de este juego. Ha fallado tres veces en la salida del balón, en acciones que muestran falta de confianza o el más puro despiste. Llamado a ser un proyecto para la portería, un buen guardameta de futuro, ahora mismo Poussin solo deja ver al humano que hay detrás de sus errores. Como si una magia negra pudiera guiar sus pasos, la historia del francés en La Romareda no ha podido empezar peor. Sobre él pesa una condena, una marca de la suerte.