Galán ya tiene un sitio de oro en el libro de la historia del Huesca. Un gol en el 94 para asaltar La Romareda, para meter en el zurrón tres puntos de oro, para volver a creer en el ascenso directo, para alimentar el regreso a la elite de la elite. Por primera vez, el Huesca derriba al Real Zaragoza. Para el aficionado más acérrimo, además, una victoria contra el equipo de la capital aragonesa cuando el partido expiraba. ¿Pero puede haber más felicidad?
El fútbol se volvió hace muchas décadas en algo tribal. Cuando vives cerca de una ciudad que te supera en muchas cosas, el deporte tiende a igualar. Da igual la historia, la sala de trofeos. El hoy es la máxima expresión. Lo demás queda para acodarse a la barra del bar y contar batallitas a quien te las quiera escuchar. Por eso en Huesca se defiende que los partidos contra el Real Zaragoza son puro derbi. Podrá doler en la capital aragonesa, pero nadie dijo que la vida fuera justa. Se llega hasta el punto de que ganar en La Romareda tiene tintes de epopeya. No es un partido más. Es el partido. Aunque la grada del viejo estadio no tenga a nadie, aunque la afición del Huesca hubiera respondido -sin coronavirus- como en otras ocasiones a la llamada del William Wallace de turno se ha vivido con intensidad desde la distancia.
Bala de oro
El rugir de La Romareda que tanto ansía la vuelta a Primera fue cercenado por la pandemia. El león no es tan fiero sin su público. Y allí se fueron los de Míchel. A la búsqueda de la bala de oro. ¿Aún te preguntas por qué el fútbol es como es? Puedes ganar sin jugar, perder incluso con juego. Puedes encadenar una mala racha de resultados que te dejan sin posibilidad de tu objetivo. Y puedes ganar en casa del ‘enemigo’ para pintar un cielo de color azul con música de arpa. Y, por eso, cuando Galán amagó, pausó sus pulsaciones y disparó para derribar a Cristian, la felicidad fue máxima.
El Huesca fue cebando poco a poco el asalto de La Romareda. En un partido que hasta el final no tuvo goles hubo ocasiones claras. El equipo de Míchel firmó un partido sobresaliente. De Mir a Álvaro. Todos. Faltó carácter depredador en muchas ocasiones, sobró algún toque cuando lo mejor era disparar. Y qué. Galán dibujó un panorama completamente distinto al que dejó el empate contra el Cádiz, a cierto mal sabor de boca en la reanudación de la competición. Se ganó al ‘eterno’ rival y, además, el golaverage se queda en los de Míchel. Sensacional.