ZARAGOZA| El Real Zaragoza volvió a defraudar el pasado sábado frente al Villarreal ‘B’. Los más de 2000 zaragocistas que tiñeron de azul y blanco las gradas de La Cerámica regresaron a casa -una vez más- defraudados por la actuación de un equipo que no muestra ningún atisbo de mejora. Julio Velázquez, más por presión social que por otra cosa, cambió el sistema de 3 centrales y decidió darle el protagonismo a los jugadores de banda. Ahí es dónde Germán Valera volvió a ser ese extremo rápido, regateador y temible por la defensa rival. A pierna cambiada, sus conducciones fueron lo más destacado de un partido que más cerca estuvo el equipo blanquillo de perder que de ganar.
12 jornadas tardó el entrenador zaragocista en darse cuenta de que la posición de Valera no es la de carrilero izquierdo. Se le empezó utilizando ahí como un parche debido a las lesiones y cierto es que el murciano rindió de manera notable, pero aquella nunca fue su demarcación. Poderoso en el uno contra uno, fue de las piezas más destacables de la era ‘Escribá’ y -en determinados momentos- se pudo ver en él al talentoso y prolífico extremo que deslumbró en Andorra.
En un mundo del fútbol en el que el físico se está imponiendo al talento emergen figuras que bien merece la pena aprovechar y exprimir. Es el caso de Germán Valera. Julio Velázquez consideró que el equipo podía darse el lujo de desperdiciar a uno de sus futbolistas diferenciales haciéndolo jugar lejos de su zona de influencia. A pierna natural y con la misión de alternar el ataque y la defensa se sometía en exceso a un jugador que debe estar fresco los 90 minutos para cambiar un partido en cualquier momento. Así pues, frente al Levante en la jornada 21 cayó lesionado y no reapareció hasta pasado mes y medio.
El ‘debe’
Ahora, parece que Valera se ha encontrado a sí mismo aunque en su manual como futbolista sigue existiendo un “debe” y frente al Villarreal ‘B’ se pudo apreciar. El extremo zurdo cargó con el peso del ataque zaragocista, pero en la mayoría de acciones se mostró como “un quiero y no puedo”. Fue ese jugador capaz de coger el balón en campo propio y plantarse en el área rival, pero hasta ahí. No finalizó ninguna jugada con peligro y el ataque moría en sus botas. Si el murciano consigue darle la vuelta a ese aspecto el Real Zaragoza lo notará y podrá ver en él un rayo de esperanza para una temporada más que decepcionante hasta la fecha.