ZARAGOZA| Es la historia de amor-odio más fidedigna jamás contada. Su guion, cambiante e imprevisible a partes iguales, lo firmaría el mismísimo Alejandro Amenábar. Normalmente es de blancos o negros. No hay grises. De puerta grande o enfermería, que dirían los taurinos. Y a Giuliano Simeone, en el Real Zaragoza, la falta de gol le está condenando a vivir la parte cruz de la moneda. En Málaga, por primera vez, hubo signos de rendición en su partido. De hastío, desesperación y enfado. Porque añora la vitamina de la que se nutren los delanteros. También un acompañante en condiciones, aunque eso ya es consecuencia de la deplorable planificación deportiva que arrastra el conjunto aragonés.
La mochila de Giuliano carga 559 minutos sin marcar. El argentino todavía no conoce lo que es celebrar un gol en el 2023 y su sequía certifica un motivo desde el cual explicar la involución del Real Zaragoza de Escribá: tan pronto como la referencia goleadora ha atravesado un bache, el equipo se ha diluido. Desde su último tanto, el 19 de diciembre de 2022, los blanquillos han sumado 5 de 18 puntos. En ese lapso de tiempo, solo dos goles, ambos de Bebé. Aunque eso sí, hay que destacar la participación ganadora de Simeone, con una asistencia sobresaliente, ante el Andorra.
Pero claro, sería injusto con el lector no resaltar lo negativo. Lo hay, también. Quizás por todos los condicionantes que la temporada del Real Zaragoza se ha encontrado, el argentino ha tenido que asumir un papel en cuento a cifras que no le pertenecía. Eso aumenta el listón y ahora está obligado a responder como lo que es: la punta de lanza de la columna vertebral. Sea como fuere, es indudable que la pólvora del argentino se ha mojado y Andorra y Málaga son testigos de ello. En el Principado, Simeone pudo adelantar al Real Zaragoza con un remate propicio que acabó en el palo y, el pasado lunes, debió hacer lo propio en Málaga de manera mucho más clara. Dos jugadas, la segunda mucho más, que definen su momento y añaden una pizca más de pimienta a la obsesión que deja patente que tiene por reencontrarse con su mejor amigo.
El papel de Giuliano en el Real Zaragoza sobrepasa las barreras de lo que supone ser un goleador al uso. Produce, activa, llena de movimientos el frente de ataque y pelea los duelos como solía hacer su padre. De casta le viene al galgo, decían. Además de ello, ha tenido que adoptar el papel de finalizador por las carencias en la delantera. Físicas, por los problemas de Azón y Mollejo, y técnicas, por las aptitudes de Gueye, Puche o Vada. Simeone ha bailado con todos ellos en la doble punta. No le ha negado el vals a ninguno. Tampoco a Pau Sans, quien parece reunir las condiciones más acordes para partir en la doble punta.
El gol en los delanteros pasa factura. Para bien y mal. Quizás el problema sea mucho más de mente que futbolístico. Cuando lo buscas, tarde o temprano acaba llegando, y Giuliano lo hace como el que más. Solo es cuestión de tiempo. Uno que el Real Zaragoza no tiene. Y solo ahí puede estar el problema.