Giuliano Simeone ya no baila solo. El mercado invernal le ha descubierto un aliado, a Tiago Manuel Dias Correia, Bebé. La suma de los dos parte de una curiosa paradoja. El portugués ha sido siempre un solista, el punto y final de sus propias jugadas. Giuliano Simeone se ha visto obligado en muchas ocasiones a emprender una guerra por su cuenta, a ser él contra el mundo. Los dos, solitarios en muchas cosas, inician ahora una sociedad prometedora. Todo indica que durará poco, pero se espera que pueda servir para mucho.
Andorra fue el mejor ejemplo de la sintonía entre los dos. Giuliano midió los tiempos y le sirvió un balón de gol a Bebé, que decidió sobre la bocina. Los dos danzaron al unísono para celebrarlo. En el siguiente duelo, a pesar de la derrota, se buscaron y el portugués dejó su huella en el partido con un gol de museo. A su lado, Giuliano sonríe, mientras espera de reojo a un Iván Azón maltratado por las lesiones. En la sombra está también Pau Sans, juvenil en su juego, pero con sueños de gigante.
Simeone lidera todos los registros ofensivos del Zaragoza. Marca (6), dispara (20), asiste (3) y regatea (28) más que nadie. Y su juego se entiende mejor a través de la pelea y la picardía. El fútbol del argentino no se explica desde la destreza, sino desde el deseo. Voluntad, velocidad y derroche. Y una consigna interna: no hay rendición posible.
El argentino fue durante mucho tiempo el único atajo del Real Zaragoza. Simeone le dio sentido a los balones que no lo tenían. Feliz en la ciudad del Cierzo, descubrió en Francho Serrano al mejor embajador de un sentimiento. Unos meses después de su llegada, ha encontrado un cómplice para marcar. Bebé le descarga responsabilidad y ejecuta su jugada, como si su disparo fuera la más simple de todas las ecuaciones.
Cuando menos lo esperaba, Simeone disfruta de un socio en el ataque.