ZARAGOZA | En el minuto 11 del partido ante Las Palmas, Giuliano Simeone ganó una disputa para Iván Azón. El canterano encontró a Bebé, que se topó con Álvaro Valles en su disparo. Instantes después de esa oportunidad, todo el mundo se giró hacia Giuliano, dolido en su rodilla. Su articulación se torció y el cojeo fue inmediato. La preocupación silenció por completo a La Romareda: miraban al ídolo caído. Simeone se probó durante los minutos que siguieron a ese choque, para confirmar que su lesión era definitiva.
Durante la primera mitad, el partido no volvió a ser el mismo. El Zaragoza había perdido a su mejor futbolista y el público quedó a la espera de noticias. Llegaron en los días posteriores al partido: con un esguince de primer grado que le aleja de la recta final de la competición. La lógica indica que Giuliano pudo jugar ante Las Palmas sus últimos minutos como zaragocista en La Romareda. El interés del Rayo Vallecano y de otros equipos asentados en Primera División tienta al Atlético de Madrid, propietario de sus derechos. Pero entre todas las cualidades de Simeone en el curso también está una victoria subjetiva: Giuliano le puede vencer a la lógica.
Sus formadores en el Atlético siempre destacaron una virtud especial del argentino. Simeone siempre volvió de sus lesiones antes de lo esperado y logró hacerlo mejor de lo que se fue. En su calendario, queda una oportunidad para cerrar la temporada: frente al Tenerife, en el último duelo del curso. Quizá ese pueda ser el día de su adiós a La Romareda. Mientras tanto, la afición espera que esa despedida nunca llegue. Y que el cariño sirva para convencer al Atlético y a su delantero, que ha encontrado en Zaragoza su primer sitio en el fútbol.
Simeone sabe desde hace tiempo que su futuro no depende solo de él. Conquistó pronto El Municipal, hasta ser el delantero más querido por la hinchada desde Borja Iglesias. El apoyo de la grada le ha emocionado y puede tener valor frente a un deseo improbable: su segundo año en Zaragoza. Entre las cualidades de la afición blanquilla también está una lucha perpetua ante la lógica. Mientras, Simeone medita una decisión que otros parecen haber tomado por él hace tiempo. De reojo, mira el calendario y prepara su recuperación, con la vista puesta en el último baile del curso. La afición, a cambio, ha escrito ya su ilusión: no quiere que Giuliano se vaya nunca.