Giuliano Simeone es la gran ilusión del curso en Zaragoza, el mejor de todos los aciertos. En su fútbol hay calle, voluntad y ambición. Y su juego es también una promesa. Si su apellido forma parte de este deporte, Giuliano llegó a Zaragoza para escribir su propio nombre. Gris en la pretemporada, el fervor de la competición le ha convertido en una esperanza. Marca y asiste, hasta el punto de que sus registros no admiten comparación entre todos los jugadores de categoría sub 21 en la élite del fútbol español. También le ofrecen otro premio: ha sido considerado tres veces el mejor jugador del mes en Zaragoza.
En el deporte pocos efectos son tan poderosos como el de la primera impresión. Simeone no pareció un futbolista de banda en pretemporada y tampoco un delantero de referencia. Su juego se entiende a la carrera, pero siempre con vistas a la portería rival. Y en su fútbol hay deseo, pero también mucho ensayo y error. Giuliano Simeone marcó dos veces en Ponferrada, pero su presentación llegó en el duelo inaugural ante Las Palmas. Juan Carlos Carcedo le reservó el papel de revulsivo y Simeone lo aceptó con la intención de que nunca le volvieran a ubicar en ese lugar.
Mediada la segunda mitad, tomó el balón en el centro del campo y aceleró, con esa forma tan particular que tiene de correr. Como si fuera a deshacerse en el camino. Le persiguió Jonathan Viera en un duelo generacional: la velocidad ante el talento, la juventud frente a la experiencia. La cadencia de Giuliano se volvió imparable hasta ganar la línea de fondo, en busca del pase definitivo. No encontró rematador ni afinó del todo en el servicio, pero sí que convenció a la grada de un detalle fundamental: el Zaragoza supo entonces que tenía un jugador distinto en su plantilla.
Después de esa acción, llegaron las oportunidades y los goles. Su estreno ante el Lugo, los dos tantos en El Toralín, un empate en el descuento frente al Málaga, el mejor de todos sus rechaces ante el Huesca y su último gol en Leganés. Pero todo partió de su carrera en Gran Canaria, de esa primera vez en la que vio que puede comerse el mundo.
Los números le han sonreído más tarde: ha marcado 6 tantos, ha dado dos asistencias y ha mostrado que su fútbol mejora en la dificultad, en los grandes escenarios. Intuitivo, maneja el arte del rechace y pelea por balones que otros consideran perdidos. Mientras pule algunos defectos en la ejecución, muestra su entusiasmo y su gen competitivo. La mejor de todas sus virtudes parece una cualidad de otro tiempo: su fútbol siempre será de potrero.
Una vuelta más tarde, el Zaragoza sonríe ante la aparición de un delantero de calle, que tiene hambre de fútbol y de gloria. Con Giuliano Simeone ha nacido una estrella.
Aunque tenga poca gracia… imagino es la inocentada del día…