Que este 2017 pasará a la historia de la SD Huesca lo saben hasta en la Conchinchina, y eso que una vez más el año comenzaba complicado. Tuvimos que esperar hasta un 12 de febrero -vísperas de San Valentín- para empezar un romance perfecto, de esos que te calan hasta los huesos y por el cual vives y sientes minuto a minuto. Un romance de momentos inolvidables, de festividad controlada pero pasión desatada. Ser azulgrana se convirtió en un caladero de adeptos y el final de una pasada temporada de ensueño bautizó un sentimiento que, cual huracán descontrolado, pedía a gritos aflorar.
Vivimos entre días de vino y rosas -como diría Sabina-, con una mano en la cabeza y otra en el corazón. La cabeza nos pide calma, serenidad, humildad y respeto. El corazón nos pide pasión, ilusión, desenfreno y locura. Una locura que viene cimentada por buenas dotes de trabajo, de fe, de gente comprometida, de grandes profesionales y de observar con esperanza que, lo que nuestros ojos ven, es una realidad.
La realidad de ver un proyecto consolidado, una dirección doctorada, un equipo que supura ambición por los cuatro costados y un cuerpo técnico que le pone formol a los engreídos pero a la vez proyecta codicia para regocijo de los más apasionados. Es real, por si todavía no han despertado. El momento es fruto de muchas y buenas decisiones encadenadas, es el legado de un club tan histórico como virgen en estas arenas del amorío.
Para el club solo puedo pedir una cosa: que los Reyes le traigan ilusiones desmedidas, pero que a su lado le sigan dejando la pócima de la humildad. Ese es el gran secreto de esta SD Huesca, forjada a golpe de modestia pero con la grandeza de ser cada día mejor, de superarse, de crecer, de ofrecer un ratito de esperanza en un mundo, a veces, tan cruel y desagradecido.
Sueñen fuerte, demasiado fuerte como para pensar que cada día es un paso más hacia la consolidación de un proyecto que está dejando el mejor de los cimientos. Ustedes han puesto las bases para hacer volar nuestros sueños y, ante eso, solo podemos que estarles agradecidos. Juntos, entre todos, debemos ser capaces de disfrutar el momento, de perseguir este bonito sueño. Poner el broche de oro supondrá esfuerzo, muchísimo esfuerzo, pero donde quiera que el barco encalle será de justicia que junto a él estemos.
Estimados jugadores, protagonistas ineludibles de este bonito sueño. Esto es Huesca, rinconcito pequeño con patrimonio cultural dantesco, donde descansa la cima de la península cobijada en nuestro Pirineo, que cada 9 de agosto supura emoción, jolgorio y mucho apego. Disfruten, respeten y vivan el momento, que a pesar de ser una provincia pequeña, un club modesto, la página que cubrirá esta historia está plastificada en blanco para que, un día, cuando la emoción nos invada, podáis estampar el sello.